Nuevas declaraciones de Donald Trump sugieren un giro inesperado en la política de Estados Unidos hacia Venezuela, elevando la presión sobre Nicolás Maduro mientras se insinúa un posible canal de diálogo. En un momento crítico, la administración Trump ha intensificado sus acciones, combinando amenazas militares con acusaciones de narcoterrorismo.
En sus declaraciones, realizadas antes de abordar el Air Force One en Palm Beach, Trump afirmó: “Es posible que estemos teniendo conversaciones con Maduro. Veremos cómo resulta”, sin proporcionar más detalles. Esto se produce en un contexto de creciente tensión regional, ya que Washington ha designado al Cartel de los Soles como organización terrorista, lo que permitirá ataques a infraestructuras en Venezuela a partir del 24 de noviembre.
El secretario de Estado, Marco Rubio, ha profundizado en las acusaciones, afirmando que este cartel ha corrompido las instituciones venezolanas. Las palabras de Trump evocan recuerdos del conflicto de Panamá en 1989, donde acusaciones similares contra Manuel Noriega llevaron a una intervención militar.
En un despliegue militar sin precedentes, el portaaviones Gerald Ford navega actualmente en el Caribe, acompañado de una flota de escolta, marcando el mayor movimiento militar estadounidense en la región en décadas. Además, se han llevado a cabo 21 ataques contra embarcaciones denominadas “narcolanchas”, resultando en más de 80 muertes desde septiembre, aunque sin pruebas concluyentes de su vinculación con organizaciones criminales.
Trump ha reconocido que la designación del Cartel de los Soles le otorga la capacidad de actuar militarmente en Venezuela, aunque subrayó que no se ha decidido ninguna operación: “Nos permite hacer eso, pero no hemos dicho que vayamos a hacerlo”. Su enfoque se centra en frenar la entrada de drogas y controlar flujos migratorios, vinculándolos a organizaciones criminales como el Tren de Aragua.
La aparente apertura al diálogo añade una complejidad inesperada a esta situación. Medios como The Miami Herald han reportado propuestas desde Caracas para aliviar la presión, incluyendo un gobierno de transición sin Maduro y acceso preferente para empresas estadounidenses a los recursos petroleros y minerales de Venezuela.
El dilema estratégico para Washington es claro: intensificar la presión y justificar una posible intervención, mientras se deja abierta la puerta a negociaciones que podrían desescalar el conflicto. Sin embargo, este enfoque de amenaza militar combinado con gestos diplomáticos puede generar más incertidumbre que resultados, como ha demostrado la historia reciente de intervenciones estadounidenses en la región.
Venezuela enfrenta una crisis humanitaria severa, y cualquier operación militar, por limitada que sea, podría desestabilizar aún más el país. Trump ha manifestado que “habla con cualquiera” y que “verá qué pasa”, reflejando la ambigüedad de la estrategia estadounidense en este momento crítico.
Con el futuro de Venezuela en juego y un delicado equilibrio de poder en la región, la situación es más inestable que nunca. La combinación de presión militar y posibles diálogos podría alterar el rumbo del conflicto, pero el tiempo apremia y las decisiones deben tomarse pronto.
