La promoción del deporte escolar en Bizkaia se ha visto empañada por la reciente denuncia de tres casos de violencia sexual, registrados a través de la plataforma Kirola On. Esta herramienta, diseñada para fomentar un entorno seguro en las actividades deportivas, ha puesto en evidencia una situación alarmante que podría ser solo la punta del iceberg en un problema más amplio y oculto.
Una realidad preocupante
Aunque los tres casos denunciados pueden parecer una cifra baja, este número resuena con una inquietante realidad: muchos más incidentes probablemente no son reportados. Según datos de Kirola On, en su primer año de funcionamiento, se detectaron un total de 144 casos relacionados con violencia o situaciones de riesgo, de los cuales solo tres evolucionaron a procedimientos judiciales. La mayoría de estos casos quedaron en el ámbito preventivo, mediación y acompañamiento, lo que sugiere que el sistema solo actúa cuando la situación ha llegado a un punto crítico.
Este panorama revela una verdad dura y cruda: el miedo, la vergüenza y la falta de pruebas impiden que muchas víctimas, en su mayoría chicas, se atrevan a denunciar. Los agresores suelen ocupar posiciones de poder, lo que les permite perpetuar un ambiente de silencio y temor. En este contexto, es comprensible que los menores, al ponerse la camiseta de su equipo, no deberían sentirse en riesgo, sino libres para disfrutar de la actividad deportiva sin temores.
La importancia de la denuncia y la prevención
Es fundamental que tanto las autoridades como la sociedad en general tomen conciencia de la gravedad de esta situación. El deporte debe ser un espacio de aprendizaje y crecimiento, no un terreno donde se vulneren los derechos de los más jóvenes. La reacción a estos tres casos denunciados debe ser un llamado a la acción; no podemos permitir que un balón se convierta en un arma o que una camiseta se asocie a la violencia.
La existencia de plataformas como Kirola On es crucial para ofrecer un canal seguro donde los jóvenes puedan expresar sus inquietudes. Sin embargo, la labor no termina ahí. La educación y la sensibilización sobre el respeto y la igualdad son esenciales para erradicar este tipo de violencia. La comunidad educativa, entrenadores y familiares deben trabajar juntos para crear un entorno en el que los menores se sientan protegidos y valorados.
No podemos permitir que, además de perder un partido, un menor sienta que ha perdido su inocencia. La lucha contra la violencia en el deporte escolar es una responsabilidad compartida que requiere el compromiso de todos.
