Georgia se encuentra en un momento crítico tras las controversiales elecciones municipales del sábado, donde el partido gobernante, Sueño Georgiano, se proclamó vencedor con más del 70% de los votos, lo que ha desencadenado protestas masivas en Tiflis. La capital amaneció este domingo bajo una fuerte presencia policial, después de una noche de enfrentamientos entre manifestantes proeuropeos y las fuerzas de seguridad.
Las protestas, que surgieron en respuesta a la desconfianza hacia el proceso electoral, se intensificaron cuando algunos manifestantes intentaron irrumpir en el Palacio Presidencial. La oposición, que boicoteó las elecciones, acusa al Gobierno de manipular los resultados y de obstaculizar la integración de Georgia en la Unión Europea. Los manifestantes, ondeando banderas georgianas y europeas, exigieron democracia y criticaron el acercamiento del Gobierno a Moscú.
Las fuerzas antidisturbios respondieron con gases lacrimógenos y detenciones masivas, resultando en al menos catorce agentes heridos, según el Ministerio del Interior. Entre los detenidos se encuentran cinco líderes opositores, como el exfiscal general Murtaz Zodelava y la célebre cantante de ópera Paata Burchuladze, acusados de instigar disturbios.
El primer ministro Irakli Kobakhidze calificó los incidentes como “un intento de golpe de Estado” y advirtió que habrá “represalias severas” para los organizadores de las protestas. En un comunicado, Kobakhidze afirmó que “nadie quedará impune” y responsabilizó a “servicios extranjeros” y a diplomáticos europeos por alentar las movilizaciones. También instó al embajador de la Unión Europea a condenar lo que ocurre en las calles de Tiflis.
La Unión Europea ha expresado su preocupación por la escalada de la violencia y ha condenado el uso de la fuerza contra los manifestantes. Funcionarios europeos, incluyendo a Kaja Kallas y Marta Kos, han denunciado un “contexto de represión sostenida” que afecta a la oposición, los medios y la sociedad civil.
Las elecciones se llevaron a cabo en un clima de desconfianza y baja participación, con ocho partidos de oposición optando por no participar, alegando que las reformas del Gobierno favorecen al Sueño Georgiano. La Comisión Electoral Central reportó que el partido gobernante obtuvo mayorías en todas las municipalidades, cifras que los opositores tachan de fraudulentas. Observadores internacionales, como los de la OSCE y el Parlamento Europeo, no participaron en esta ocasión debido a las irregularidades en las elecciones presidenciales de 2024.
La tensión política en Georgia ha aumentado desde que el Gobierno suspendió las conversaciones para su adhesión a la UE el año pasado, lo que provocó una serie de manifestaciones a favor de la integración europea, que fueron reprimidas con dureza. Este nuevo episodio parece ser una continuación de ese conflicto entre una ciudadanía que busca alinearse con Occidente y un Gobierno que intenta mantener su control interno.
La presidenta Salomé Zurabishvili, criticada por el Gobierno tras las elecciones presidenciales, ha respaldado las protestas y ha declarado que se mantiene con su pueblo de manera pacífica hasta que se convoquen nuevas elecciones. Zurabishvili ha instado a la comunidad internacional a intervenir y evitar que Georgia se aleje del proyecto europeo.
El primer ministro Kobakhidze ha insistido en que el camino hacia la adhesión a la UE sigue abierto, pero ha responsabilizado a Bruselas por la situación actual, afirmando que “la pelota está en el tejado de Europa”. La Unión Europea observa con creciente preocupación los acontecimientos, considerando que la represión de las protestas y el uso político de la justicia son síntomas de una erosión democrática en la región.
Mientras tanto, Tiflis enfrenta un futuro incierto, dividido entre la aspiración europea de su ciudadanía y la estrategia defensiva del Sueño Georgiano, lo que plantea una encrucijada crucial para el país: consolidar su democracia o retroceder hacia un modelo de control político y aislamiento.
