Nuevos informes confirman que la lucha por el derecho al voto de las mujeres ha sido un camino repleto de sacrificios y valentía, comenzando en lugares como Nueva Zelanda en 1919 y extendiéndose a Argentina, donde la primera mujer en votar fue Julieta Lanteri en 1911.
Las mujeres enfrentaron un sistema que les cerraba las puertas, donde las restricciones de clase y género las mantenían al margen. Clara Lemlich, que lideró la huelga de camiseras de 1909 en Nueva York, resaltó la necesidad del voto al afirmar: “El empresario vota, los jefes votan; la trabajadora no”.
Este tema no solo implicó la lucha por el voto, sino que cuestionó jerarquías y desigualdades históricas. Las sufragistas se organizaron en todo el mundo, destacándose en el Reino Unido y Estados Unidos, donde lucharon activamente por sus derechos.
En 1913, la “Procesión por el sufragio femenino” reunió a unas 10,000 personas en Washington, D.C., quienes exigieron audiencias con el presidente Woodrow Wilson, que las ignoró. Las sufragistas, decididas, levantaron carteles en la Casa Blanca preguntando: “¿Cuánto tienen que esperar las mujeres por la libertad?”.
Sin embargo, no todas las mujeres fueron incluidas en este movimiento; el racismo también estuvo presente, y muchas sufragistas de color enfrentaron la segregación. En esa misma marcha de 1913, se observaron columnas segregadas, reflejando la división social de la época.
En Argentina, la historia del voto femenino está marcada por la figura de Eva Perón, pero se remonta más atrás con Lanteri, quien no solo luchó por el voto, sino que también apoyó a trabajadoras en sus demandas laborales. Su activismo se evidenció al ayudar a fundar sindicatos y defender los derechos de las trabajadoras.
El legado de las sufragistas continúa siendo relevante hoy, pues su lucha no solo se limitó al voto, sino que buscaba una transformación social más amplia, donde las voces de todas las mujeres, especialmente las trabajadoras, fueran escuchadas y valoradas.
Este movimiento de sufragio femenino es un recordatorio de que la lucha por la igualdad y el reconocimiento de los derechos de las mujeres sigue siendo vital en el presente. A medida que celebramos estos hitos históricos, debemos recordar que el camino hacia la igualdad es aún un trabajo en progreso.
Las historias de estas mujeres son inspiradoras y nos invitan a reflexionar sobre la importancia del compromiso social y la lucha por los derechos de todos. La próxima vez que votemos, recordemos su legado y la valentía que se necesitó para lograrlo.
