El Gobierno japonés ha rechazado enérgicamente las acusaciones de China sobre la primera ministra, Sanae Takaichi, afirmando que son «totalmente infundadas» y exigiendo un diálogo para evitar un mayor deterioro de la situación. Este desarrollo se produce tras una carta enviada por Pekín a la ONU el día anterior, en la que se advierte de posibles medidas de autodefensa si Japón interviene militarmente en el estrecho de Taiwán.
La portavoz del Ejecutivo japonés, Maki Kobayashi, declaró al margen de la cumbre del G-20 en Johannesburgo, que Japón ha mantenido una postura «coherente» y ha explicado repetidamente a China su posición. Sin embargo, la cumbre no logró facilitar un encuentro entre Takaichi y el primer ministro chino, Li Qiang, aunque ambos coincidieron brevemente en una foto de familia.
Las tensiones han escalado tras los comentarios de Takaichi sobre la posibilidad de intervención militar en Taiwán, lo que generó una respuesta agresiva de Pekín. El cónsul chino en Osaka, Xue Jian, incluso llegó a hacer un comentario amenazante que luego eliminó, lo que refleja la gravedad de la situación.
A raíz de estos intercambios, China ha comenzado a tomar medidas concretas, incluyendo la recomendación a sus ciudadanos de no visitar Japón, la suspensión de importaciones de mariscos japoneses y la paralización de películas japonesas en su territorio. Este clima de tensión se suma a un contexto histórico complicado, ya que las relaciones entre China y Taiwán se rompieron en 1949 tras la guerra civil.
Mientras tanto, Japón reafirma su compromiso con el diálogo y la cooperación, buscando evitar un conflicto mayor. Las palabras de Takaichi, quien asumió el cargo en octubre, han encendido alarmas en la región, lo que hace que la comunidad internacional observe con atención los próximos movimientos de ambas naciones. ¿Qué pasos seguirán Japón y China en un contexto tan delicado? La situación sigue en desarrollo, y cualquier avance podría tener repercusiones significativas en la estabilidad de la región.
