Un nuevo estudio revela que entre el **15% y el 25%** de los estudiantes universitarios en España se involucran en conductas de autolesión, un fenómeno que preocupa a los profesionales de la salud mental. Esta alarmante tendencia ha sido confirmada por encuestas recientes y entrevistas anónimas, que apuntan a que los jóvenes están lidiando con un malestar emocional profundo.
Iris, un personaje ficticio que representa a muchos jóvenes, se siente atrapada entre la presión académica y la lucha interna por su bienestar. «El dolor físico era más soportable que el emocional», confiesa, reflejando la desesperación que sienten muchos estudiantes al no poder expresar sus emociones. Esta situación es especialmente crítica, dado que los universitarios a menudo no buscan ayuda a tiempo, a pesar de reconocer su necesidad de apoyo profesional.
El estudio, que analizó la salud mental de **120 estudiantes universitarios**, ha identificado dos perfiles de riesgo. El primer grupo, que representa aproximadamente el **40%**, incluye a estudiantes que se imponen altas expectativas y sienten una presión extrema por rendir. Estos jóvenes pasan horas frente a pantallas y, en ocasiones, recurren a medicamentos sin receta para manejar su ansiedad, lo que puede llevar a un aumento en las autolesiones como mecanismo de alivio emocional.
El segundo grupo, que abarca el **60%** restante, muestra signos de perfeccionismo, pero cuenta con más recursos para afrontar el estrés. Estos estudiantes buscan apoyo en sus amistades, practican deportes y establecen metas personales, lo que reduce la probabilidad de que recurran a la autolesión.
La relación entre el perfeccionismo y la autolesión es preocupante, especialmente entre los estudiantes de carreras de salud, como Medicina y Psicología, donde la presión por no mostrar debilidad se intensifica. Muchos de estos jóvenes sienten miedo de pedir ayuda por temor a decepcionar a los demás, lo que puede agravar su sufrimiento emocional.
Además, las redes sociales juegan un papel crucial en la vida de los adolescentes de hoy. A pesar de que proporcionan un sentido de comunidad, también fomentan la comparación constante y pueden exponer a los jóvenes a contenidos sobre autolesiones que no son abordados en un contexto terapéutico. Esta situación puede normalizar comportamientos dañinos y dificultar la búsqueda de ayuda.
Los expertos advierten que las autolesiones no son una moda pasajera, sino una señal de alerta que necesita atención seria. Las universidades y centros educativos tienen un papel fundamental en la detección temprana de estos problemas. Implementar programas de prevención y formación para el personal docente puede hacer una gran diferencia en el bienestar de los estudiantes.
Escuchar y comprender el sufrimiento de estos jóvenes es esencial. La intervención temprana puede prevenir situaciones más graves y permitir que jóvenes como Iris desarrollen autocompasión y estrategias saludables para afrontar sus emociones. Las universidades deben promover un entorno donde se fomente el diálogo sobre el malestar emocional, ayudando así a desestigmatizar la búsqueda de apoyo.
