El gobierno de Estados Unidos ha cerrado un acuerdo histórico para adquirir una participación del 9,9% en Intel, inyectando $8,900 millones en el gigante de los semiconductores. Esta medida, la más significativa desde la crisis financiera de 2008, está en línea con la estrategia del expresidente Donald Trump para fortalecer la industria nacional de chips.
La inversión se financiará con $5,700 millones en subvenciones no pagadas otorgadas anteriormente a Intel bajo la Ley CHIPS y $3,200 millones adicionales del programa de apoyo. Intel ha reafirmado su compromiso de proporcionar semiconductores seguros y confiables al Departamento de Defensa de EE.UU..
Esta inversión se suma a los $2,200 millones en subvenciones CHIPS que Intel ya ha recibido, llevando la inversión total a $11,100 millones. Trump, a través de su red social Truth, aseguró que Intel tiene un «futuro aún más prometedor», tras negociar el acuerdo con el CEO de Intel, Lip-Bu Tan.
«Intel es la única empresa de semiconductores en EE.UU. que realiza I+D y fabricación de lógica avanzada, y está comprometida a asegurar que las tecnologías más avanzadas sean de fabricación americana», destacó Tan. El secretario de Comercio, Howard Lutnick, también expresó su entusiasmo al dar la bienvenida al gobierno como accionista.
Con esta operación, el gobierno adquirirá 433,3 millones de acciones a un precio de $20.47 por acción, un precio por debajo del valor de mercado actual. Aunque no tendrá representación en el consejo de administración, el gobierno recibirá una garantía de cinco años por un 5% adicional de acciones ordinarias, que podrá ejercer si Intel deja de poseer al menos el 51% de su negocio de fundición.
Este movimiento no solo representa una inversión de capital significativa, sino también un impulso crucial para la seguridad económica y nacional de EE.UU. «A medida que más empresas buscan invertir en Estados Unidos, esta administración sigue comprometida en reforzar el dominio del país», afirmaron fuentes oficiales. La participación del gobierno en Intel es un claro indicio de la importancia estratégica que se le otorga a la industria de los semiconductores en la actual economía global.