China se prepara para una de las exhibiciones militares más impactantes de la última década, un desfile que tendrá lugar en la plaza de Tiananmen para conmemorar el 80 aniversario del final de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Sino-Japonesa y el fin de la II Guerra Mundial en Asia. Este evento, que durará 70 minutos, no solo exhibirá la magnitud de la modernización del Ejército Popular de Liberación (EPL), sino que también enviará un mensaje contundente a Estados Unidos y sus aliados sobre el papel que Beijing aspira a desempeñar en el nuevo equilibrio global.
El desfile movilizará a decenas de miles de tropas y cientos de equipos militares de última generación, incluyendo misiles de largo alcance y aeronaves de combate. Analistas indican que China aprovechará la oportunidad para exhibir armamento nunca antes mostrado al público, resaltando su capacidad para rivalizar con Washington en caso de conflicto. La logística detrás de este evento ha requerido ajustes significativos: cierres de áreas centrales en Beijing, entrenamiento intensivo de las unidades participantes y ensayos generales nocturnos, todo para garantizar una puesta en escena impecable que refuerce el orgullo nacional.
El presidente Xi Jinping estará en el centro del evento, revisando las tropas, mientras que la presencia de Vladimir Putin y Kim Jong-un agrega un fuerte componente geopolítico. La asistencia de Putin simboliza la consolidación de un eje político-militar con Moscú en medio de la guerra en Ucrania, mientras que Kim rompe con su habitual aislamiento diplomático para aparecer en un escenario multilateral, desafiando a Occidente.
La imagen de Xi, Putin y Kim juntos en el mismo estrado será un mensaje estratégico en sí misma, reforzando la narrativa de un frente común dispuesto a contrarrestar la influencia de Estados Unidos. Este encuadre refuerza la idea de un orden multipolar en el que China se presenta como el epicentro de un bloque alternativo. La lista de invitados incluye a 26 jefes de Estado y de Gobierno, en su mayoría de Asia, África y el Sur Global, mientras que la representación europea será escasa.
La decisión de invitar a líderes sancionados por la comunidad internacional, como Putin y Kim, subraya la intención de Xi de visibilizar alianzas que trascienden los vínculos económicos. Este acto busca consolidar la imagen de China como garante de un orden alternativo, apoyado por países que cuestionan la hegemonía occidental.
Este contexto explica por qué Occidente observa con atención no solo el armamento desplegado, sino también los gestos políticos que acompañarán al desfile. Para Estados Unidos y sus aliados, este evento es un recordatorio de que China no solo acumula capacidades militares, sino que está dispuesta a utilizarlas como herramienta diplomática en un tablero global en reconfiguración. Además, el desfile coincide con un aumento de las tensiones en el mar de China Meridional y el telón de fondo de la cuestión de Taiwán.
La visita de Kim Jong-un es estratégica, ya que representa su primera asistencia a un importante evento multilateral y abre la puerta a reactivar la relación con Beijing tras años de enfriamiento. Esto también refuerza su legitimidad ante un público internacional poco habitual.
En suma, el desfile de Beijing no es solo un homenaje histórico ni una exhibición militar; es, sobre todo, una declaración política que busca mostrar la fortaleza del EPL, el liderazgo de Xi Jinping y la articulación de un bloque alternativo al orden dominado por Occidente. La imagen de miles de soldados desfilando bajo la mirada conjunta de Xi, Putin y Kim sintetizará un mensaje claro: China quiere ser reconocida como el centro de gravedad del nuevo equilibrio internacional.