Discreta y relegada en un rincón del noroeste de Castilla y León, la provincia de Zamora es un destino que ofrece una experiencia única a todos los sentidos. Su tranquilidad, combinada con un hedonismo sutil, invita a explorar descubrimientos gastronómicos, culturales y naturales que sorprenden a cada paso. Desde degustar los célebres garbanzos de Fuentesauco hasta sumergirse en el esplendor del arte románico en pequeñas localidades como Toro o la propia capital, cada rincón de esta provincia esconde un tesoro.
Entre sus maravillas naturales se encuentra el lago de Sanabria, las lagunas de Villafáfila y la salvaje frontera con Ourense, donde el lobo ibérico sigue siendo un habitante destacado. La visita a las monumentales ciudades de Zamora y Toro sería ya una razón suficiente para recorrer esta parte de la provincia, pero su riqueza va mucho más allá.
Villafáfila: paraíso para las aves y la naturaleza
Comenzamos nuestro recorrido en Villafáfila, un oasis a tan solo 50 kilómetros de la capital. Este lugar, rodeado de palomares y rebaños de ovejas, se convierte en un refugio para miles de aves migratorias. Con una extensión de 33.000 hectáreas, las lagunas y charcas de esta comarca son el hogar ideal para gansos europeos, garzas y avutardas, especialmente entre noviembre y febrero, cuando el espectáculo de la migración alcanza su punto álgido. Las mejores horas para la observación son al amanecer y al atardecer, momentos en que la vida aviar es más intensa.
En verano, la belleza de este paraje se transforma con la explosión de colores de un manto de amapolas que cubren los campos de cereales. Al atardecer, el cielo se tiñe de cálidos tonos que invitan a capturar instantes inolvidables.
Maravillas arquitectónicas y sabores locales
Continuamos hacia Granja de Moreruela, donde se encuentran las impresionantes ruinas de un antiguo monasterio cisterciense, un lugar que evoca la grandeza del arte románico del siglo XII. Aquí, las marcas de los canteros en las paredes y los restos de policromía nos hablan de un pasado glorioso, donde la llegada de donaciones de nobles y reyes permitió la construcción de este templo, que alguna vez fue un centro de poder y espiritualidad.
Más adelante, en la misma Vía de la Plata, se encuentran las ruinas de Castrotorafe, un antiguo castillo que, a pesar de su estado de abandono, sigue atrayendo la curiosidad de los visitantes. A unos kilómetros, Roales del Pan marca la entrada a la capital zamorana, donde antiguos miliarios romanos dan fe de la importancia histórica de la ruta.
La ciudad de Zamora es un crisol de historia y modernidad. La catedral, con su característica cúpula de «escamas», se erige como símbolo de esta urbe. La rua de los Francos, repleta de iglesias románicas, conecta con la calle de Santa Clara, donde los edificios modernistas aportan un toque contemporáneo. Aquí, el tapeo y el vino de Toro son protagonistas indiscutibles, ofreciendo un maridaje perfecto con los pinchos locales.
Gastronomía: un festín de sabores
La gastronomía zamorana es otro de los grandes atractivos de la región. En Fuentesauco, los garbanzos son un verdadero manjar, reconocido incluso por Felipe II, quien les otorgó un estatus especial. Este producto se cosecha en los meses más cálidos y se utiliza en una variedad de platos tradicionales, desde potajes hasta tortillas.
Los Arribes del Duero, una de las comarcas más impresionantes de Zamora, ofrecen un paisaje de desfiladeros y miradores que conectan España y Portugal. Aquí, el vino D.O. Arribes y el queso curado de oveja son ideales para reponer fuerzas después de una jornada de exploración. El pueblo de Fermoselle, conocido como «el pueblo de las mil bodegas», es un punto de partida perfecto para adentrarse en esta belleza natural.
En el corazón de la provincia, el lago de Sanabria se presenta como el mayor lago glaciar de Europa, donde la naturaleza se manifiesta en su estado más puro. Este paraje es ideal para disfrutar de actividades al aire libre, como senderismo, pesca y paseos en barco. Sin embargo, la historia también tiene su peso aquí: el recuerdo de la tragedia de Ribadelago, donde una riada arrasó el pueblo en 1959, sigue presente, recordando la fragilidad de la vida en este entorno.
Finalmente, la sierra de la Culebra ofrece una experiencia única para los amantes de la fauna. En este territorio protegido, el lobo ibérico y otras especies como ciervos y jabalíes conviven en un equilibrio natural que atrae a numerosos visitantes. La observación de estos animales en libertad, junto con la belleza de los paisajes, hacen de esta región un destino que no se puede dejar pasar.
Zamora, con su rica historia, su variada gastronomía y sus impresionantes paisajes, se presenta como un destino que merece ser explorado y disfrutado. Cada visita revela un nuevo regalo para los sentidos, haciendo de este rincón de España un lugar inolvidable.