En el corazón de los Pirineos, se encuentra Rubió, un pequeño núcleo habitado que, a 1.687 metros sobre el nivel del mar, ostenta el título de ser el pueblo más alto de Cataluña. A pesar de su reducido tamaño, con apenas 25 habitantes según el Institut d’Estadística de Catalunya (Idescat), este enclave desafía las expectativas sobre lo que constituye un pueblo en la región.
Un lugar con historia
Rubió se sitúa en el extremo oriental del término municipal de Soriguera, y su nombre proviene del latín Rubbionis, según el filólogo Joan Coromines. Aunque su etimología sugiere un paisaje de rocas rojas, la realidad es que la geografía de Rubió es diferente. Este diminuto núcleo, con una decena de casas, se asienta en un promontorio que ofrece vistas panorámicas sobre los valles circundantes, convirtiéndose en un mirador natural.
Los primeros documentos que mencionan Rubió datan del siglo XVI, cuando en 1553 se registraron tres hogares, equivalentes a unos 15 habitantes. A lo largo de los siglos, este número ha crecido modestamente, alcanzando los 25 residentes en la actualidad. Durante el siglo XIX, el geógrafo Pascual Madoz describió el pueblo como «situado en una peña bajo una alta montaña», con una escasa infraestructura, pero con una comunidad que se dedicaba a la agricultura y la ganadería.
Arquitectura y entorno natural
Las casas de Rubió conservan la arquitectura tradicional del Pallars Sobirà, con muros gruesos, techos de losa y chimeneas típicas de la región. A pesar de su tamaño, cada vivienda tiene su historia y su nombre propio, como la Casa d’Andreu o la Casa de Bigorra.
La iglesia parroquial de Sant Salvador es otro de los puntos clave del pueblo. Este templo de origen románico, con un ábside semicircular y un campanario de espadaña, sigue siendo un lugar de referencia espiritual para sus vecinos y ofrece una impresionante panorámica del entorno natural que lo rodea.
El paisaje que rodea Rubió es rico en biodiversidad, con prados, matorrales y bosques de pino negro y abeto, donde habitan especies como el rebeco y el corzo. La zona es muy valorada por los amantes del senderismo, con rutas que conectan con Llagunes y el Parc Natural de l’Alt Pirineu.
A pesar de su pequeño tamaño, Rubió es un símbolo de resistencia. Desde 1992, dejó de ser reconocido oficialmente como pueblo debido a un largo periodo de inactividad administrativa, aunque sigue siendo un núcleo habitado de forma permanente. Su camino hacia la modernidad es un testimonio de la vitalidad de las comunidades rurales en Cataluña.
Acceder a Rubió no es complicado, siempre y cuando el clima lo permita. La capital más cercana es Lleida, a más de dos horas de distancia, a la que se puede llegar tomando la C-12 y luego la C-13 hasta Pobla de Segur, antes de desviarse hacia Soriguera.
Con su rica historia y su singularidad geográfica, Rubió se erige como un lugar que merece ser conocido, demostrando que incluso los núcleos más pequeños pueden tener un impacto significativo en la cultura y el patrimonio de Cataluña.
