Las abadías de Bolton, Fountains y Kirkstall, situadas en el condado de York, son un testimonio impresionante de la historia y la arquitectura religiosa británica. Estas ruinas, que datan del siglo XII, evocan el majestuoso templo de Angkor en Camboya, no solo por su belleza, sino también por el eco de un pasado glorioso que aún resuena en sus muros. Aunque los techos y el mobiliario han desaparecido, las estructuras y los marcos de las ventanas continúan desafiando el paso del tiempo, invitando a los visitantes a sumergirse en su historia.
El abandono de estas abadías se debe a una serie de calamidades, desde invasiones escocesas hasta malas cosechas, y culminó con la disolución monástica ordenada por Enrique VIII en el siglo XVI. Este rey necesitaba los recursos de las iglesias para sanear las arcas reales, en un contexto marcado por la revuelta protestante de Martín Lutero. Desde entonces, las abadías pasaron de ser monumentos olvidados a ser adquiridas por la corona inglesa y entidades benéficas, quienes han trabajado en su restauración para que el público pueda disfrutar de su esplendor.
Un paisaje que inspiró a grandes artistas
La belleza actual de las ruinas de Bolton, Fountains y Kirkstall parece sacada de una pintura. La hierba que cubre el suelo de las iglesias y los claustros se encuentra en perfectas condiciones, lo que permite a los visitantes disfrutar de actividades al aire libre como el criquet y el golf. Estas abadías están localizadas en un valle junto a un río, con acceso controlado mediante el pago de una entrada, lo que asegura la conservación de este patrimonio.
Desde el siglo XVIII, estas ruinas han atraído a artistas y aventureros. El famoso pintor J.M.W. Turner fue uno de los más destacados, quien se sintió cautivado por el paisaje que rodea estas abadías. Durante sus visitas anuales a la residencia de uno de sus mecenas, Walter Fawkes, en Farnley, Turner exploró el condado de York, creando cientos de bocetos que más tarde transformó en acuarelas y óleos en su estudio de Londres. Sus obras reflejan la lucha del ser humano contra las fuerzas de la naturaleza, capturando momentos de tormentas, amaneceres y paisajes bucólicos.
Historia y legado de las abadías
Las abadías no solo son un atractivo visual, sino que también poseen una rica historia. La abadía de Fountains, por ejemplo, fue un centro religioso significativo que prosperó gracias a la producción de lana, vital para la economía local. Los monjes que la habitaron canalizaron el agua del río Skell, mejorando la calidad de vida de su comunidad y ayudando a los pobres.
Hoy en día, los turistas pueden explorar el interior de estas impresionantes ruinas, identificando los lugares que Turner eligió para sus obras. La nave principal de la iglesia de Fountains, por ejemplo, está cubierta por una capa de hierba perfectamente cortada. A través de sus ventanales, se pueden ver las ruinas del claustro y el refectorio, además de los retretes que alguna vez sirvieron a los monjes.
La abadía de Kirkstall, situada a las afueras de Leeds, es otro de los destinos imprescindibles. Desde 1895, se permite la entrada al público, quienes pueden recorrer sus ruinas y apreciar la obra de Turner en la Royal Academy y la Tate Gallery.
El legado de estas abadías es un reflejo de la historia británica, marcada por épocas de esplendor y crisis, y su resurgimiento en la actualidad se debe, en parte, al Romanticismo que Turner ayudó a consolidar. Estas ruinas no solo son un viaje al pasado, sino también un recordatorio de la belleza que puede surgir de la adversidad.
