En busca de un respiro del frenético ritmo de vida neoyorquino, muchos residentes de la ciudad se dirigen hacia el norte, siguiendo el río Hudson hasta llegar a la bohemia localidad de Woodstock. Este viaje, que comienza cruzando los altos desfiladeros de Manhattan, se convierte en una experiencia que combina la belleza natural con la rica historia cultural de la región.
El recorrido por el Hudson ofrece una serie de actividades al aire libre. Desde la pesca con mosca y el kayak en los ríos y lagos de los Catskills, hasta largas caminatas por senderos boscosos o descensos en esquís, la zona es un verdadero paraíso para los amantes de la naturaleza. Los visitantes también pueden disfrutar de campos de golf, así como de una estancia en granjas locales que prometen una vida rural tranquila, alejada del estrés de la ciudad.
Un punto destacado en este trayecto son las cataratas Kaaterskill, que superan en altura a las de Niágara con más de 70 metros de caída en dos niveles. Su belleza ha sido fuente de inspiración para artistas como Thomas Cole y John Burroughs, quienes encontraron en este entorno un refugio para su creatividad.
Historia y cultura en el camino
En la orilla este del Hudson, se puede visitar la casa del célebre escritor Washington Irving en Tarrytown. Esta granja del siglo XVII, conocida como Sunnyside, alberga un museo que conserva sus pertenencias y ofrece un vistazo a su vida y obra. La leyenda de Sleepy Hollow, también inspirada por Irving, atrae cada año a turistas que recorren sus calles durante la festividad de Halloween.
Continuando el recorrido, el asfalto serpentea entre bosques y montañas, siendo un lugar popular entre moteros y amantes de los descapotables. El Bear Mountain State Park ofrece una vista impresionante de Manhattan desde su torre de observación en días despejados, además de actividades recreativas como una piscina natural y mercados de autos clásicos.
A medida que se avanza hacia New Windsor, el Storm King Art Center se revela como un museo al aire libre que exhibe esculturas de artistas renombrados como Henry Moore y Roy Lichtenstein, donde se puede pasear a pie, en tranvía o en bicicleta, disfrutando del arte en un entorno natural.
Woodstock: un símbolo de paz y arte
Aunque el famoso festival de 1969 no se celebró en Woodstock, esta localidad ha mantenido viva su leyenda. En Tinker Street, la arteria principal, el espíritu bohemio se manifiesta a través de encantadoras tiendas, librerías y galerías que celebran la música y la fraternidad. Un monolito en la plaza central con la frase “Que la paz prevalezca en la Tierra” refleja el legado del evento.
Woodstock también es hogar del Woodstock Film Festival, que se celebra cada otoño y apoya a cineastas emergentes. Los visitantes pueden disfrutar de una oferta gastronómica local que incluye productos frescos de granjas cercanas, cervezas artesanales y una variedad de dulces.
A las afueras de la ciudad, la Universidad Estatal de Nueva York cuenta con un campus rodeado de naturaleza, donde los domingos se celebra un mercado al aire libre que atrae a habitantes y turistas por igual.
Finalmente, la carretera que conduce hacia Woodstock ofrece vistas del embalse de Ashokan, un importante recurso hídrico para Nueva York, y se convierte en un lugar ideal para reflexionar, lejos del bullicio urbano.
Al finalizar el recorrido, adentrarse en la reserva forestal de Catskill ofrece la posibilidad de observar fauna salvaje, como linces y osos, o simplemente disfrutar de la tranquilidad de la naturaleza. La magia de Woodstock sigue viva, no solo en su historia, sino también en su capacidad de inspirar a quienes buscan un refugio del ajetreo citadino.
