El Palacio de Antonio de Mendoza, un emblemático edificio de Guadalajara, ha tenido una historia rica y variada que incluye su uso como cárcel. Este palacio, construido en el siglo XVI y reformado en el siglo XIX, ha servido a lo largo de los años como residencia nobiliaria, convento, museo y sede de la Diputación provincial.
Según un decreto del 3 de junio de 1931, el palacio fue declarado Monumento Histórico-artístico y cuenta con el estatus de Bien de Interés Cultural (BIC). Su construcción se erigió en una zona que, en su origen, era la judería de la ciudad, un lugar de gran importancia histórica.
Un legado complejo
La historia del palacio se remonta a finales del siglo XIV, cuando la comunidad sefardí sufrió ataques que llevaron a la incautación de sus bienes. En este contexto, la sinagoga de los Toledanos y sus propiedades fueron adjudicadas a Aldonza de Ayala, quien era la segunda esposa de Pedro González de Mendoza. Así, la poderosa familia Mendoza se hizo con la propiedad de estos inmuebles.
Un siglo después, Antonio de Mendoza y Luna, hijo del I Duque del Infantado, decidió construir un palacio sobre aquellas casas, siguiendo las trazas renacentistas importadas de Italia. El arquitecto Lorenzo Vázquez de Segovia fue el encargado de llevar a cabo este ambicioso proyecto. Sin embargo, antes de su finalización, el palacio pasó a manos de su sobrina Brianda de Mendoza, quien optó por transformarlo en un convento de monjas.
Transformaciones a lo largo de los siglos
Para fundar el convento bajo la Orden de San Francisco, Brianda tuvo que adquirir casas colindantes para situar la iglesia. En 1524, el Papa Clemente VII concedió la bula necesaria para establecer el convento, que fue dedicado a Nuestra Señora de la Piedad, en honor a la antigua sinagoga. Este convento de monjas franciscanas se mantuvo en funcionamiento hasta la histórica Desamortización de 1836.
Tras este periodo, el palacio sufrió una intensa remodelación a manos de Ricardo Velázquez Bosco. Desde entonces, ha sido utilizado para diversos fines, incluyendo su papel como Museo Provincial, sede de la Diputación provincial, cárcel y dos institutos de enseñanza, el primero de ellos el de Brianda de Mendoza y el segundo, el Liceo Caracense.
Hoy en día, el Palacio de Antonio de Mendoza se erige como uno de los edificios más significativos de Guadalajara, no solo por su valor arquitectónico y cultural, sino también por la rica historia que atesora. Para aquellos que planean visitar esta ciudad, el palacio se presenta como una parada imperdible que invita a explorar su fascinante legado.