El Bosque de Oma, ubicado en la localidad de Kortezubi en Vizcaya, ha evolucionado de ser un simple destino de senderismo a convertirse en un fascinante museo al aire libre. Este espacio natural es conocido por sus más de 30 pinturas que adornan los troncos de los árboles, creando un entorno mágico que atrae a turistas y amantes del arte. La combinación de la belleza natural del País Vasco con la creatividad humana ofrece una experiencia única que invita a desconectar del estrés diario.
El recorrido por el bosque, que se puede realizar en menos de una hora, permite a los visitantes disfrutar de un estilo abstracto donde las figuras de ojos, animales y personas se entrelazan en una explosión de colores. Este proyecto artístico comenzó en 1982 bajo la dirección del artista Agustín Ibarrola, quien pintó el primer árbol siguiendo la corriente del Land Art. Tras culminar el último de los murales en 2000, el bosque se convirtió en un referente cultural dentro de la comunidad.
Renovación y adaptación tras la adversidad
En 2018, el Bosque de Oma enfrentó un importante desafío cuando una plaga afectó a la mayoría de sus obras. Este contratiempo llevó a que las pinturas fueran trasladadas a una nueva ubicación cercana al original, donde se pintaron más de 800 árboles en un total de 34 conjuntos. A pesar de los obstáculos, el bosque ha logrado mantener su esencia artística, fusionando la naturaleza con el arte contemporáneo de manera ejemplar.
Hoy en día, el Bosque de Oma no solo se erige como un lugar de admiración estética, sino que también se ha consolidado como un símbolo de resiliencia y creatividad. Los turistas que visitan Vizcaya tienen la oportunidad de vivir una experiencia inmersiva que les permite apreciar el poder de la naturaleza junto a la magia del arte. Este paisaje pintoresco cautiva a todos aquellos que se aventuran en su interior, convirtiéndose en un espacio de reflexión y disfrute.
En definitiva, el Bosque de Oma representa una fusión perfecta entre el arte y la naturaleza, un lugar donde la imaginación de Ibarrola perdura en el tiempo y continúa inspirando a generaciones. La belleza de este entorno artístico invita a los visitantes a sumergirse en una experiencia inolvidable que trasciende más allá de lo visual.
