martes, diciembre 09, 2025

Descubre Shirakawa-go, la joya oculta de los Alpes japoneses

Este pueblo tradicional alberga casas centenarias y paisajes de ensueño en Japón.
por 5 agosto, 2025
Lectura de 3 min

Shirakawa-go, un pequeño pueblo en la prefectura de Gifu, se erige como un tesoro cultural y arquitectónico en los Alpes japoneses. Reconocido como patrimonio mundial de la UNESCO desde 1995, este enclave, con apenas 1 600 habitantes y 114 casas de estilo gasshō-zukuri, ha logrado preservar su esencia a lo largo de los años, ofreciendo un vistazo a la vida rural tradicional de Japón.

Un recorrido por la historia y la gastronomía

La aventura comienza al dejar atrás el bullicio urbano y adentrarse en las montañas cubiertas de nieve. La ruta hacia Shirakawa-go serpentea entre imponentes pinos, y el paisaje que se revela es de una belleza inigualable. Al llegar, el primer impacto visual es sobrecogedor: las casas, que parecen haber salido de una película de Akira Kurosawa, se alzan majestuosamente entre la nieve.

Una parada obligatoria es el restaurante Soba Wakimoto, un establecimiento familiar que sirve delicias locales. Aquí, la especialidad son las sopas de soba artesanal, destacando la opción con carne de res Hida, reconocida por su calidad. Cada bocado revela el profundo sabor de la tradición culinaria de la región.

Tras un almuerzo delicioso, el siguiente destino es el puente colgante de Ogimachi, que se extiende a lo largo de 107 metros sobre el río Shōgawa. Desde este punto, la vista del valle es impresionante y ofrece una nueva perspectiva del paisaje cultural de Shirakawa-go.

Arquitectura y comunidad

Las casas gasshō-zukuri, construidas sin clavos, son un símbolo de la arquitectura tradicional japonesa. Estas viviendas, con techos de paja en forma de triángulo, han sido diseñadas para soportar las intensas nevadas de la región cada invierno. Carmen Sawae, guía local, explica que el nombre de estas casas hace referencia a dos manos unidas en oración, simbolizando la comunidad y el esfuerzo colectivo. “El tejado de una vivienda de este tipo resiste unos 20 años antes de necesitar ser renovado; cambiarlo puede costar alrededor de 130 000 dólares”, señala Sawae.

Varias de estas casas están abiertas al público, funcionando como museos y ofreciendo alojamiento, lo que permite a sus propietarios costear el mantenimiento necesario. Entre las más destacadas se encuentran las casas Wada-ke, Kanda-ke y Nagase-ke, cada una con su propio legado histórico y arquitectónico.

La casa Wada-ke, una de las más grandes, perteneció a una familia acomodada y está bien conservada. La Kanda-ke, por su parte, ofrece una visión clara de la arquitectura tradicional, mientras que la Nagase-ke, que funcionó como hogar de médicos, alberga un museo con antiguos instrumentos médicos.

Durante la visita a una de estas casas, el olor a madera es envolvente. Al entrar, se debe quitarse los zapatos y usar pantuflas. El espacio está distribuido en varios niveles, conectados por escaleras empinadas. En el centro de la planta baja, el irori —un fogón tradicional— no solo sirve para cocinar, sino que también ayuda a calentar la casa y protegerla de plagas. El mobiliario es mínimo, con espacios definidos por paneles corredizos.

En la calle principal de Shirakawa-go, Shirakawa-go Kaidō, se concentran tiendas de recuerdos y pequeños restaurantes que conservan la esencia local. Entre las delicias que se pueden probar está el gohei mochi, una pasta de arroz asada y cubierta con salsa de miso, que ofrece un bocado ahumado, dulce y salado al mismo tiempo.

Los artesanos locales también producen souvenirs en forma de casas gasshō-zukuri y elaborados en seda, reflejando la rica tradición de la zona. El templo Myozenji, el más grande del pueblo, funciona como museo y conserva la arquitectura local, mientras que el santuario Shirakawa Hachimangū es un lugar de paz rodeado de naturaleza.

El mirador Shiroyama ofrece vistas panorámicas de la aldea, especialmente hermosas en invierno, y el Gasshō-zukuri Minkaen es un museo al aire libre que reúne casas tradicionales y actividades culturales.

Si el viaje coincide con mediados de octubre, el festival Doburoku Matsuri es una celebración imperdible, donde se degusta un tipo de sake sin filtrar y se disfrutan danzas tradicionales. Aunque Shirakawa-go puede recorrerse en medio día, pasar una noche en un minshuku permite vivir de cerca la esencia rural de Japón. Opciones como el Shirakawa-no-Yu, un onsen natural, ofrecen una experiencia única.

La llegada a Shirakawa-go es fácil en autobús desde Takayama o Kanazawa, y se recomienda reservar con anticipación, sobre todo en temporada alta. Además, en invierno es fundamental tomar precauciones por la nieve. Durante mi visita en pleno invierno, las casas cubiertas de nieve creaban un escenario de cuento de hadas, sobre todo durante el evento Light-up, que transforma la aldea en un paisaje mágico.

Con cada estación, Shirakawa-go ofrece un espectáculo diferente: en primavera, los cerezos florecen; en verano, los arrozales resplandecen; y en otoño, los tejados se tiñen de rojo. Este destino no es solo una postal perfecta, sino un modelo de sostenibilidad cultural donde tradición, vida rural y comunidad coexisten armoniosamente.

Redacción

Equipo editorial especializado en actualidad ibérica, economía y política. Información rigurosa y análisis profundo de España y Portugal las 24 horas del día.

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