La noticia de que Televisión Española (TVE) ha decidido no participar en el Festival de Eurovisión ha causado un gran revuelo. Este gesto se presenta como una protesta por la presencia de Israel en el certamen y las acciones del primer ministro Benjamin Netanyahu en Gaza. Sin embargo, hasta el momento, no hay indicios de que Netanyahu tenga intención de cambiar su postura respecto al pueblo palestino, ni que esta decisión haya generado preocupación en Gaza, un lugar donde las posibilidades de contar con electricidad y un televisor son escasas.
Es fundamental analizar la situación en Gaza. Los ataques de Hamás contra ciudadanos israelíes, que iniciaron este conflicto, son inaceptables. No obstante, se espera que un país democrático reaccione de forma que no viole sistemáticamente los derechos humanos de todos, y no solo de sus nacionales. Por ello, el activismo y las medidas de boicot tienen su razón de ser; ayudan a visibilizar problemas que merecen ser denunciados y buscan remover conciencias. Sin embargo, es crucial que estas acciones no terminen afectando a las personas en lugar de enfocar la atención en los gobiernos responsables de las políticas ejecutivas.
El boicot a Eurovisión, si Israel continúa participando, supone un castigo a los artistas y al público español que sigue el concurso cada año. Los cantantes que aspiraban a representar a España y el público que disfruta del evento son las verdaderas víctimas de esta decisión. Hay que preguntarse, ¿qué sentido tiene boicotear un evento que reúne a artistas de distintos países y que se celebra en un contexto cultural europeo?
Además, surge la cuestión de la coherencia. Si TVE decide no participar en Eurovisión por Israel, ¿hará lo mismo en los Juegos Olímpicos si Israel continúa compitiendo? ¿Adoptará una postura similar en competiciones de fútbol y baloncesto internacionales donde participen equipos israelíes? Y aún más, si se va a aplicar este criterio, ¿por qué no considerar un boicot a China, conocido por su represión de ciertos colectivos, o a Hungría, que ha sido criticada por su trato a homosexuales y migrantes? Incluso, ¿deberíamos declarar la guerra a Estados Unidos por las polémicas declaraciones de figuras como Donald Trump?
Es difícil entender la lógica de “matar moscas a cañonazos”, especialmente cuando TVE ha convivido durante años con la participación de Israel en Eurovisión sin cuestionar previamente su presencia en un concurso europeo. Esta decisión puede parecer más un acto simbólico que una respuesta efectiva a la situación en Gaza, y pone de relieve un dilema sobre qué acciones son realmente efectivas para fomentar el cambio y la justicia en el contexto internacional.
En conclusión, la decisión de TVE de no participar en Eurovisión es un gesto que refleja la creciente presión pública sobre cuestiones de derechos humanos, pero también plantea interrogantes sobre la efectividad y la coherencia de las medidas de boicot. Al final, este tipo de decisiones pueden tener un impacto indirecto en los artistas y el público, mientras que las verdaderas responsabilidades siguen a menudo intocadas.
