En España, la inmigración se presenta como un fenómeno intrínseco a la realidad social, evidenciando una profunda contradicción que merece ser analizada con honestidad y compromiso. Por un lado, muchos españoles y residentes en el país han llegado a aceptar la presencia de ciudadanos alemanes que han vivido en nuestras costas durante más de veinte años, disfrutando de sus derechos y de la vida en nuestra tierra, a menudo sin integrarse plenamente en nuestra cultura o aprender nuestro idioma. Esta convivencia se desarrolla en muchos casos sin obstáculos significativos, y la diversidad que aportan se percibe, en ocasiones, como un enriquecimiento para nuestra sociedad.
Sin embargo, esta misma aceptación se transforma cuando se trata de inmigrantes que provienen de países en desarrollo o que se encuentran en situaciones de pobreza. La percepción hacia ellos cambia drásticamente; a menudo son señalados, estigmatizados y excluidos, alimentando así prejuicios y discursos xenófobos que dividen y debilitan el tejido social. Esta dicotomía revela una doble moral que no podemos tolerar desde una perspectiva de justicia social y sindical.
La verdadera igualdad implica reconocer que todos los seres humanos, sin importar su origen, color de piel o condición económica, poseen derechos fundamentales que deben ser respetados y protegidos. La inmigración, en esencia, es una manifestación de la globalización y de las desigualdades que persisten en el mundo. Por lo tanto, no debe ser considerada como un problema, sino como una oportunidad para construir una sociedad más plural, solidaria y justa.
Desde la Unión General de Trabajadores (UGT), defendemos que la integración y la convivencia deben fundamentarse en el respeto mutuo y en la igualdad de derechos. Es fundamental que no se juzgue a las personas por su origen o condición social, sino por su dignidad y su contribución a la comunidad. La lucha contra cualquier forma de discriminación es un compromiso que debemos asumir colectivamente.
Es necesario dejar atrás los prejuicios y las medias verdades que alimentan la xenofobia y el racismo. La verdadera ciudadanía se construye sobre los pilares de la igualdad, la solidaridad y el reconocimiento de que todos somos parte de un mismo proyecto común. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad más inclusiva, donde la diversidad sea vista como un valor y no como una amenaza.
Desde el sindicalismo, reafirmamos nuestro compromiso en la defensa de los derechos de todas las personas, sin excepción, y en la lucha contra las desigualdades que aún persisten en nuestra sociedad. La inmigración no constituye un problema, sino una oportunidad para fortalecer nuestra convivencia y construir un país más justo para todos.
