La ministra de Sanidad, Mónica García, se enfrenta a duras críticas por su silencio ante el mayor paro médico de la última década. Durante años, García se destacó como activista en Madrid, apoyando abiertamente huelgas y movilizaciones de profesionales de la sanidad. Sin embargo, su actitud ha cambiado drásticamente desde que asumió el cargo, generando malestar entre los médicos que participan en la protesta actual.
Como diputada de Más Madrid, García utilizó sus redes sociales para expresar apoyo a las luchas del sector sanitario, haciendo eco de mensajes como «Nos va la vida en la huelga». En aquel entonces, su activismo político parecía inquebrantable, pero hoy su perfil se ha centrado en otros asuntos, dejando de lado el conflicto laboral que afecta a miles de trabajadores de la salud.
La falta de liderazgo en un momento crítico
La huelga médica de 2025, que se considera uno de los conflictos laborales más relevantes en años, ha sacado a la luz la hipocresía de la ministra. En las semanas previas al inicio de la huelga, su presencia en redes sociales se ha limitado a cuestiones políticas, como comentarios sobre presupuestos y déficit, y publicaciones institucionales, como el Día Mundial del Sida. Sin embargo, no ha hecho mención a la crisis que afecta a la atención primaria, un tema que debería ser prioritario en su agenda.
Este cambio de postura ha provocado un profundo descontento entre los profesionales de la salud, que sienten que su voz ha sido ignorada. Expresiones como «nos invisibiliza» y «cuando necesitaba la presión sanitaria hablaba, ahora que gobierna calla» han resonado en las comunicaciones de diversas asociaciones sanitarias, reflejando la frustración acumulada por años de reivindicaciones no atendidas.
Un contraste alarmante
La transformación de Mónica García de activista a ministra plantea preguntas sobre su compromiso con el sector sanitario. Los colectivos que han convocado la huelga consideran que su silencio contrasta violentamente con la actitud de apoyo que mostró en el pasado. La situación actual pone en evidencia la distancia entre las promesas y la realidad, lo que podría tener repercusiones graves para la atención médica en España.
En un momento en que la sanidad pública enfrenta desafíos sin precedentes, la falta de respuesta de García podría tener consecuencias duraderas para los ciudadanos y para el sistema de salud en su conjunto. La presión sobre la ministra aumenta a medida que los profesionales de la salud continúan movilizándose en busca de atención y soluciones reales que garanticen el derecho a la sanidad.
