El 27 de septiembre de 2023, el submarino ruso Novorossiysk emergió inesperadamente frente a las costas de Cádiz tras sufrir una grave avería en su sistema de combustible, lo que ha generado una conmoción no solo en la comunidad naval, sino también entre las autoridades de la OTAN. Este incidente, que recuerda otros problemas históricos de la flota rusa, plantea serias preocupaciones sobre la seguridad y operatividad de los submarinos rusos.
Según informes de varios canales rusos en Telegram, el Novorossiysk experimentó una filtración de gasoil en su compartimento de carga, un fallo que, aunque parece sencillo, podría desencadenar una catástrofe. La tripulación, que carece de piezas de repuesto y especialistas para realizar reparaciones adecuadas, se ha visto obligada a sellar el área contaminada, confiando en que el combustible no entre en contacto con ninguna chispa.
La situación es crítica. El punto de inflamación del gasoil, situado en torno a los 60 °C, hace que sea improbable que se inflame sin una fuente activa, pero el riesgo sigue siendo alto. Cada chispa o cortocircuito en un submarino representa una amenaza latente, y un fuego de gasoil podría resultar devastador en un espacio cerrado. Los informes indican que los miembros de la tripulación ya presentan síntomas de intoxicación por vapores de gasoil, como mareos y confusión.
Reacciones y consecuencias del incidente
Las opciones para resolver la crisis son limitadas. La solución ideal sería extraer el combustible con bombas específicas, pero este equipo no se encuentra a bordo. La alternativa más drástica sería verter el gasoil al mar, una acción que, aunque podría salvar a la tripulación, dejaría el submarino inutilizado y violaría las normativas ambientales del Mar Mediterráneo.
El B-261 Novorossiysk es un submarino de la clase Proyecto 636.3, conocido por su diseño avanzado y su capacidad para lanzar misiles. Sin embargo, la incapacidad de la Armada rusa para gestionar este incidente ha generado comparaciones con el hundimiento del Kursk en 2000, donde la respuesta del Kremlin fue igualmente ineficaz. La falta de mantenimiento y la dependencia de sustitutos de menor calidad debido a las sanciones internacionales han sido señaladas como factores que contribuyen a esta crisis.
La credibilidad de la flota rusa se encuentra en entredicho, y los antecedentes de otros incidentes, como el estado lamentable del submarino nuclear Kazán en Cuba, subrayan la gravedad de la situación. La narrativa oficial intenta minimizar el impacto de estos fallos, pero la realidad es que la infraestructura militar rusa está envejecida y mal mantenida.
Un futuro incierto para la flota rusa
El Novorossiysk, que debería haber sido una amenaza oculta, se ha convertido en un recordatorio de las vulnerabilidades de la flota rusa. Mientras el mundo observa el Estrecho de Gibraltar, las preguntas sobre la condición de otros submarinos rusos quedan sin respuesta. La ineficacia del Kremlin para afrontar estos problemas técnicos podría convertir su fuerza submarina en una ilusión, exponiendo una fragilidad que no se había visto en décadas.
La situación del Novorossiysk es un llamado de atención sobre la necesidad de revisar las capacidades y el mantenimiento de una flota que, en su momento, fue considerada como una de las más poderosas del mundo. Sin un cambio significativo en la gestión y el mantenimiento, la Armada rusa podría verse comprometida en sus futuras operaciones.