La Fundación Juan XXIII organizó la semana pasada un evento titulado “¿Aliada o amenaza? La Inteligencia Artificial y la salud mental en la población infanto-juvenil”, donde se reunió a expertos, profesores y familias en la sede de SumaMente, el Centro de Bienestar Psicológico y Social de la Fundación. Durante casi dos horas, se discutieron temas cruciales sobre el desarrollo tecnológico y la prevención de la salud mental en los jóvenes.
La moderadora del coloquio, Mamen Gómez, pedagoga y directora de SumaMente, inauguró el evento presentando la nueva campaña de la Fundación, “Nos hemos vuelto locos”, lanzada en conmemoración del Día de la Salud Mental. El director general de la entidad, Javier Arroyo, dio la bienvenida a los asistentes y destacó la labor que se realiza en SumaMente, que ha ofrecido más de 2 000 sesiones de terapia en apenas un año. Arroyo enfatizó que “la Inteligencia Artificial ha venido para quedarse; es un pozo de conocimiento, con grandes oportunidades, pero también riesgos que debemos analizar”.
Desafíos de la Inteligencia Artificial
El director clínico y presidente de la Comisión Rectora de RECURRA-GINSO, Javier Urra, comenzó su intervención con una crítica al concepto de inteligencia artificial y su impacto en la salud mental. Urra señaló: “La inteligencia no puede ser artificial; debe implicar conciencia, emoción, culpa, duda e incluso nostalgia”. Además, advirtió sobre una crisis de empatía en la que las pantallas han reemplazado las conversaciones cara a cara, subrayando que “leer en papel permite reflexionar y anticipar, mientras que leer en pantalla solo ofrece información”.
Durante el evento, se insistió en el peligro que supone que la IA se convierta en un sustituto de profesionales de la salud. Timanfaya Hernández, decana del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, planteó una inquietante cuestión: “¿Por qué los niños y adolescentes recurren a la inteligencia artificial como una herramienta que les va a resolver el problema?”, lo que refleja una “sensación de vacío” y la dificultad de los jóvenes para comunicar sus problemas en su entorno cercano. Hernández también destacó que el uso compulsivo de la IA presenta similitudes con otros patrones de dependencia, ya que “ofrece alivio sintomático inmediato” y la posibilidad de recibir respuestas sin ser juzgado.
Propuestas para un uso ético de la IA
El coordinador de la Unidad de Formación e Investigación en Salud Mental del Instituto Superior Madrileño de Innovación y Formación, José Antonio Luengo, advirtió sobre los peligros de la exposición temprana de los niños a la IA, diciendo: “Cuando un bebé de 9 a 12 meses ya tiene un teléfono a su alcance, le estamos introduciendo en un contexto que genera anomalías”. También hizo hincapié en la necesidad de un marco ético y legislativo, sugiriendo que “Europa es la más garantista en cuanto a la legislación en esta materia, pero sus normas siempre van detrás de la tecnología”. Luengo reclamó un trabajo conjunto entre empresas, profesionales y administraciones para priorizar la ética sobre lo económico.
Los expertos coincidieron en que la Inteligencia Artificial puede ser una herramienta valiosa si se utiliza de manera ética, regulada y complementaria, sin sustituir el vínculo humano presente en los procesos de acompañamiento psicológico y terapéutico. En este sentido, subrayaron la importancia de mantener la conexión humana en el tratamiento de la salud mental de los jóvenes.