Europa se enfrenta a un desafío creciente relacionado con el agua, que afecta a su economía, medio ambiente y calidad de vida. En respuesta a las amenazas provocadas por el cambio climático, la Comisión Europea ha aprobado en junio de 2025 la Estrategia Europea de Resiliencia Hídrica, diseñada para construir una Europa más preparada ante la crisis hídrica.
Proyecciones alarmantes para el sur de Europa
Desde la antigua Roma, el agua ha sido fundamental para la civilización. Sin embargo, el crecimiento demográfico y los cambios socioeconómicos, junto con el cambio climático, ponen en riesgo la seguridad hídrica de millones de europeos. Se estima que, si la temperatura global aumenta 1,5 °C, la población europea en condiciones de escasez podría aumentar de 51,9 millones a 64,6 millones, con un incremento notable en España, donde pasaría de 22,4 millones a 32,7 millones.
Por otro lado, las inundaciones representan otro gran desafío, siendo el desastre natural más frecuente en Europa. Recientes episodios, como la DANA en Valencia, subrayan la urgencia de abordar este problema. Actualmente, una décima parte de la población urbana europea vive en zonas con riesgo de inundación.
Ejes de la estrategia hídrica
La nueva estrategia se articula en tres ejes fundamentales: restaurar y proteger el ciclo hidrológico, impulsar una economía hidrointeligente que combine competitividad y sostenibilidad, y garantizar el acceso universal a agua limpia y asequible. Esto refleja un cambio en la percepción del agua como un recurso que necesita planificación y gestión conjunta.
La Estrategia Europea de Resiliencia Hídrica prevé un programa de acción que incluye nuevas regulaciones, planificación a largo plazo y desarrollo tecnológico. La clave de su éxito radica en la capacidad de articular políticas y acciones multisectoriales, extendiendo la gestión hídrica más allá del ámbito medioambiental. Es esencial que sectores como la agricultura, industria, energía, transporte y urbanismo colaboren para reducir la presión sobre los recursos hídricos.
Esta iniciativa marca un avance significativo en la gobernanza del agua, reconociéndola como un bien común crucial para la salud pública, la seguridad alimentaria y la cohesión social. No obstante, su éxito dependerá de cómo se enfrenten obstáculos estratégicos, institucionales y técnicos.
Entre los principales retos se encuentra la naturaleza no vinculante de algunos objetivos, como la meta de reducir el consumo de agua en un 10 % para 2030. La fragmentación institucional y legislativa de la Unión Europea complica la coherencia en su aplicación, ya que las directrices europeas deben traducirse en políticas nacionales coordinadas. Además, la capacidad administrativa varía significativamente entre los países europeos.
Otro desafío es el financiero, ya que la Comisión Europea estima que se necesitarán 23 000 millones de euros anuales para modernizar infraestructuras y fomentar la reutilización del agua. Asegurar inversiones sostenidas, tanto privadas como públicas, requerirá mecanismos financieros robustos y confianza regulatoria.
Para que la estrategia cumpla su propósito, es indispensable fortalecer la gobernanza multinivel, asegurar financiación sostenible y fomentar colaboraciones público-privadas. Ante un clima cada vez más extremo y sistemas hídricos frágiles, solo un enfoque coherente y participativo podrá consolidar la resiliencia hídrica en toda Europa.
María Molinos Senante no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo.