La compra compulsiva, también conocida como oniomanía, es un trastorno psicológico que provoca una necesidad incontrolable de adquirir objetos innecesarios, que suelen acabar escondidos en cajas y armarios. Según datos de la Sociedad Española de Patología Dual, este fenómeno afecta a un 5% de la población española, generando un ciclo que comienza con el placer de comprar y culmina en la culpa y el descontrol financiero.
Las compras compulsivas permiten evadirse de la realidad, proporcionando un rápido aumento de dopamina. Sin embargo, este subidón es efímero y, a menudo, se ve seguido de remordimientos y problemas económicos que pueden afectar seriamente las relaciones familiares y sentimentales. Es crucial identificar si esta conducta es simplemente un hábito o esconde un problema más profundo que requiera atención profesional.
Historias personales de compra compulsiva
Elisa, una ama de casa de 73 años, confiesa que no puede evitar recorrer los mercadillos de la Comunidad de Madrid dos o tres veces por semana en busca de gangas, a pesar de los disgustos que esto le causa con su marido. «Realmente no necesito nada, pero me encanta comprar cosas baratas, sobre todo ropa, pañuelos y guantes», declara a Efe.
Isabel, de 41 años, comparte una experiencia similar. Esta profesora de Infantil considera que no tiene adicción a las compras, sino que es un hobby que disfruta. «Me relaja, puedo tener la misma falda y los mismos zapatos en diferentes colores», asegura. Sin embargo, Sofía (nombre falso), una administrativa de 51 años, admite que sus compras online desde el sofá han llevado a dificultades económicas. «Compro lo que me llama la atención, me libera, pero luego me arrepiento», confiesa.
Las causas del trastorno y sus efectos
La doctora Marisol Roncero Rodríguez, psiquiatra del Centro AdCom IPSM del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, explica que la accesibilidad y el anonimato del comercio electrónico hacen que la compra compulsiva sea aún más adictiva. «En mercadillos y tiendas de moda rápida también se observa este fenómeno, donde los productos son asequibles y no dan la sensación de gran gasto», añade.
Los artículos más consumidos son ropa y accesorios, y muchas veces estas compras son reacciones impulsivas a malestares emocionales. La psiquiatra señala que cerca del 80% de los casos de compra compulsiva son mujeres de entre 45 y 55 años, aunque el número de jóvenes que compran online ha aumentado en los últimos años.
Si bien no está clasificada como una adicción específica en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-5), la compra compulsiva se incluye dentro de los trastornos del control de impulsos, y la evidencia científica reciente sugiere que debe ser considerada como una adicción comportamental. Entre un 50% y un 90% de las personas que sufren este trastorno también presentan algún tipo de trastorno depresivo.
La depresión puede ser un desencadenante de la compra compulsiva, ya que la satisfacción momentánea que se obtiene al comprar puede llevar a un ciclo de culpa y arrepentimiento. «La compra produce un placer inmediato, pero posteriormente llega el arrepentimiento y la vergüenza», explica Roncero. Este trastorno también puede coexistir con otros problemas de salud mental, como trastornos alimentarios o ansiedad.
Los problemas económicos derivados de la compra compulsiva pueden llevar a deudas significativas y tensiones familiares. «Las rebajas y ofertas son un gancho, pero cuando hay descontrol, el concepto de ahorro se pierde», advierte la psiquiatra. Muchas personas no son conscientes de cuánto gastan y suelen ocultar su comportamiento hasta que el problema se hace visible para familiares y amigos.
El trastorno puede causar rupturas de confianza en las relaciones. «La familia a menudo no entiende la situación del paciente y tiende a señalar y culpar sin saber cómo ayudar», concluye Roncero, quien subraya la importancia de buscar ayuda profesional lo antes posible.
En una sociedad que promueve el consumo constante, es esencial distinguir entre un hábito de compra habitual y un comportamiento compulsivo. Frases como «no soy capaz de ahorrar» o «comprar me hace sentir mejor» no siempre indican un problema, pero si se siente descontrol, es fundamental buscar apoyo.