La práctica de consumir la placenta tras el parto, conocida como placentofagia, ha cobrado popularidad entre algunas madres en los últimos años, pero carece de respaldo científico y puede conllevar riesgos significativos para la salud tanto de la madre como del recién nacido. Diversos estudios han señalado la posibilidad de infecciones, como la causada por el estreptococo del grupo B, así como la exposición a metales pesados y toxinas ambientales.
La placenta es un órgano temporal que se desarrolla durante las primeras semanas de gestación, desempeñando un papel crucial en el desarrollo del feto al proporcionar oxígeno, nutrientes y hormonas, además de actuar como un filtro contra sustancias nocivas. También es responsable de eliminar los desechos del bebé a través del cordón umbilical. Sin embargo, tras el parto, algunas personas optan por consumirla cruda, cocinada, en batidos o encapsulada, siendo este último método el más empleado entre celebridades.
Riesgos de la placentofagia según la ciencia
El proceso habitual para preparar la placenta encapsulada consiste en cocinarla al vapor y deshidratarla, antes de convertirla en cápsulas. No obstante, no existe un método seguro y estandarizado que garantice la eliminación de bacterias o virus. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos advirtieron sobre los peligros asociados a esta práctica. En un caso reportado, un recién nacido desarrolló una infección por estreptococo del grupo B tras la ingesta de cápsulas de placenta por parte de su madre, quien tenía la bacteria presente en la placenta procesada, lo que resultó en una transmisión al bebé. Esta bacteria puede causar septicemia y meningitis en recién nacidos, enfermedades que representan un grave riesgo para su salud.
Según la doctora Damiano, investigadora principal del Conicet y profesora en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires, «no existe una forma estandarizada y segura de preparar la placenta para comerla», y su consumo puede resultar en consecuencias negativas para la salud. A pesar de los argumentos de quienes defienden la placentofagia, que aseguran que la práctica mejora el estado de ánimo o previene la depresión posparto, las investigaciones no han encontrado evidencias que respalden tales afirmaciones.
Composición y peligros de la placenta
La doctora Damiano también señaló que los estudios disponibles coinciden en que «no hay ningún beneficio» en el consumo de cápsulas de placenta. Por ejemplo, «se ha demostrado que consumir cápsulas de placenta no retiene los nutrientes ni las hormonas placentarias en cantidades suficientes para ser potencialmente útiles para la madre». La placenta, como destaca la experta, es «el único órgano efímero del ser humano, que se comienza a formar a partir de la concepción» y su función principal es «ser el nexo entre la madre y el bebé».
Entre los peligros adicionales se incluye la exposición a metales pesados como cadmio, plomo y mercurio, que pueden acumularse en la placenta. Asimismo, se ha planteado la hipótesis de que al ingerir la placenta, la persona podría recibir esteroides, lo que aumentaría el riesgo de complicaciones, aunque esta relación aún se considera preliminar.
En resumen, la práctica de consumir la placenta tras el parto no solo carece de beneficios probados, sino que también presenta riesgos significativos que deben ser considerados por las madres que contemplan esta opción. La evidencia científica sugiere que es preferible buscar alternativas más seguras y efectivas para el bienestar tras el parto.