El catedrático en Psicología y director del Centro de Investigación Nebrija en Cognición, Andoni Duñabeitia, ha revelado que la recuperación cerebral durante las vacaciones de verano depende de la personalidad, los hábitos y el estilo de vida de cada individuo. Este análisis resulta crucial en la época estival, cuando muchos españoles buscan la mejor manera de desconectar tras meses de intensa actividad. Según Duñabeitia, «descansar el cerebro implica reducir la demanda de las redes atencionales y permitir que el ‘modo por defecto’ trabaje sin interferencias».
Durante este proceso, se consolidan recuerdos y se reequilibra el eje emocional, desmintiendo la creencia popular de que el cerebro simplemente se apaga en vacaciones. En realidad, lo que ocurre es que cambia de tarea para afinar sus circuitos y prepararse para nuevos desafíos. «Cada temperamento busca su propio equilibrio entre estímulo y reposo», sostiene el especialista.
Descanso y actividades según la personalidad
Los rasgos de introversión o extraversión determinan qué actividades resultan realmente reparadoras. Duñabeitia detalla que las personas con rasgos de introversión pueden descansar al disminuir la estimulación social, optando por actividades como leer o pasear solas. En cambio, las personas extrovertidas encuentran descanso en charlas o juegos en grupo, ya que la dopamina social eleva su umbral de fatiga.
El profesor advierte que los errores comunes durante las vacaciones están relacionados con una visión equivocada del descanso. Llenar la agenda con demasiadas actividades o responder correos electrónicos ‘por si acaso’ son prácticas que mantienen al cerebro en un estado de alerta permanente, impidiendo una auténtica desconexión mental. Uno de los principales factores que interfiere en el descanso es el uso constante de dispositivos tecnológicos, que prolongan la excitación cortical y retrasan la producción de melatonina.
Estrategias para una desconexión efectiva
Duñabeitia recomienda realizar una desintoxicación digital de 24 a 48 horas para reducir las interrupciones atencionales y mejorar la calidad del sueño. La clave está en identificar qué tipo de actividades permiten a cada individuo salir del modo automático y reconectar con su bienestar. Una persona activa puede descansar mejor realizando senderismo suave o nadando, mientras que alguien que prefiera la calma puede encontrar recuperación mental a través de ejercicios como colorear mandalas, armar rompecabezas o escuchar música instrumental.
El especialista enfatiza que descansar adecuadamente tiene efectos visibles tanto a corto como a largo plazo. A corto plazo, se manifiesta en un mejor humor y mayor claridad cognitiva, mientras que a largo plazo contribuye a una productividad más sostenible y previene el desgaste profesional. Para aquellos que no disponen de muchos días o recursos para vacacionar, el profesor propone estrategias simples que pueden marcar la diferencia.
«Basta con definir bloques diarios de noventa minutos sin pantallas ni metas concretas, ya que una ventana temporal así puede revertir la fatiga atencional», sugiere. Además, recomienda priorizar experiencias significativas en lugar de cumplir con listados de lugares por visitar y, si es posible, dejar un día sin plan establecido al final del viaje, «para que el cerebro integre las vivencias antes de la vuelta a la rutina».
