El horror se apodera de Nigeria, donde más de 7.000 cristianos han sido asesinados entre enero y agosto de 2025, lo que se traduce en una media de treinta víctimas diarias. Este clima de violencia también ha llevado al secuestro de cerca de 7.800 personas por su fe, junto con la destrucción de miles de iglesias y aldeas, creando un panorama devastador para las comunidades cristianas. Este patrón de exterminio, que ha cobrado la vida de un 69% de todos los cristianos asesinados por motivos religiosos en el año, no ha suscitado la respuesta adecuada de la comunidad internacional.
Un genocidio en silencio
Las matanzas en Nigeria no son meros episodios aislados, sino que forman parte de una campaña sistemática de limpieza religiosa. Las incursiones nocturnas en comunidades cristianas, las ejecuciones masivas y los incendios de templos son parte de un plan bien definido. Durante este año, se han producido ataques devastadores: en enero, Boko Haram asaltó Bamzir y Njilan; en junio, un campamento de desplazados en Benue fue escenario de la muerte de al menos 200 personas, muchas de ellas quemadas vivas. La violencia, que anteriormente se concentraba en el norte del país, avanza hacia el Cinturón Medio y comienza a afectar también el sur.
Los responsables de esta violencia están claramente identificados: Boko Haram, la filial africana del Estado Islámico (ISWAP) y milicias fulani radicalizadas, que operan con armamento pesado y explosivos. Las mujeres secuestradas son forzadas a matrimonios y esclavitud sexual, mientras que los menores son adiestrados como combatientes o sometidos a trabajos forzados. Este no es un conflicto por tierras o recursos; es una lucha por la eliminación de comunidades cristianas en favor de un islam radical.
La indiferencia de Occidente
La gravedad de la situación se ve exacerbada por el contexto geopolítico. Nigeria, con más de 230 millones de habitantes, es la nación más poblada de África y un epicentro estratégico debido a su riqueza en petróleo y gas. La religión juega un papel crucial en su estabilidad, ya que la población se divide aproximadamente en mitades entre cristianos y musulmanes. La resistencia del cristianismo en Nigeria es un pilar espiritual para la Iglesia a nivel global, lo que hace que la ofensiva yihadista busque quebrantar este corazón cristiano de África. Si Nigeria cae, el futuro religioso y político de toda la región podría verse alterado de manera dramática.
Sin embargo, la respuesta europea ha sido ensordecedora; países como Francia, Alemania y Reino Unido, con una historia colonial en la zona, apenas están reaccionando. España también ha mostrado un escaso compromiso, y el silencio es absoluto en regiones como Cataluña. El temor a ser acusados de islamofobia ha paralizado a gobiernos y medios de comunicación, lo que genera una doble victimización: las comunidades cristianas sufren la violencia y, además, la indiferencia de Occidente.
La Iglesia Católica ha alzado la voz a través del Papa León XIV y la Santa Sede, denunciando una persecución sistemática y clamando por solidaridad internacional. Sin embargo, muchas diócesis europeas permanecen mudas, atrapadas en el miedo al debate político y a la presión mediática, dejando a millones de cristianos perseguidos con la amarga sensación de abandono por parte de sus propios hermanos de fe.
Las cifras son abrumadoras y refuerzan el calificativo de genocidio: 12 millones de desplazados desde el inicio de la insurgencia, más de 28.000 ataques contra propiedades cristianas en un solo año en el África subsahariana. La comunidad internacional, representada por la ONU y la Unión Europea, discute resoluciones que nunca se traducen en acción efectiva. Mientras tanto, las matanzas continúan y los supervivientes malviven en campamentos improvisados, acosados por el hambre, las enfermedades y nuevos ataques.