La historia de la democracia en España está marcada por el sufrimiento y la lucha de quienes anhelaban la libertad. En un contexto de bulos y banalidad, es esencial recordar las vivencias de aquellos que, desde dentro y fuera del país, se enfrentaron a la represión. María Casares, una destacada figura del teatro francés y exiliada española, pronunció en 1976 una frase que resonaría en la memoria colectiva: “Un 20 de noviembre supe que, quizá y poco a poco, las puertas de España iban, por fin, a abrirse para los de fuera y para los de dentro”.
María, exiliada desde su infancia, llegó a París un día antes de cumplir los 14 años, dejando atrás su tierra natal. Décadas más tarde, su regreso a España coincidió con un homenaje en Madrid, donde el público la aclamaba como la gran dama del teatro. En sus memorias, Casares relata su profunda tristeza al enterarse de la muerte de Francisco Franco, un llanto que simbolizaba el desarraigo de una niña que había perdido su infancia y a su familia en el conflicto bélico. Su padre, Santiago Casares Quiroga, fue un político destacado en los primeros años del siglo XX, mientras que su madre y su hermana sufrieron las consecuencias de la represión franquista.
La historia de la familia Casares se entrelaza con la de otras mujeres valientes, como Josefa Olivares, una costurera socialista de Lavapiés. Nacida a principios del siglo XX, Josefa también sufrió las consecuencias de la guerra civil, siendo evacuada con sus hijas y viviendo en un constante estado de miedo tras el avance franquista. A pesar del terror que la rodeaba, nunca dejó de ayudar a los presos que trabajaban en la construcción del Valle de los Caídos.
El silencio del exilio interior
El miedo al repudio social llevó a Josefa a ocultar su identidad y sus ideas, viviendo en un exilio interior que pesó sobre su vida durante años. En los años setenta, la muerte de Franco le devolvió la esperanza. En abril de 1978, al presenciar el regreso de los restos de Largo Caballero, se levantó de la cama y se unió al cortejo fúnebre, sintiendo que recobraba su voz y su vida.
El 19 de septiembre de 1978, Josefa asistió al estreno de “Así que pasen cinco años”, una obra de Federico García Lorca, rescatando del olvido a su amigo y a su propia identidad. Estas historias de vida, de dolor y de renacimiento, se convierten en un testimonio de la lucha por la democracia y la libertad en España. En un momento en que la retórica populista y las ideas de dictadura corporativa resurgen, es crucial recordar a María y Josefa, símbolo de una resistencia que debe inspirarnos a todos.
Las narrativas de aquellos que sufrieron, tanto los que estuvieron dentro como fuera del país, ofrecen una perspectiva vital para entender la historia reciente de España y la importancia de defender la democracia. En tiempos en que la memoria histórica se cuestiona y se banaliza, estas historias de carne y hueso nos recuerdan que la libertad y los derechos son conquistas que deben ser protegidas y valoradas.