La histórica calle de Jesús Arambarri, inaugurada por los propios vecinos del barrio de Puente Ladrillo, marcó un hito en la vida comunitaria de esta zona tras más de un siglo de aislamiento. Desde sus primeros asentamientos en 1890, cuando familias migrantes comenzaron a establecerse alrededor del «Puente de Ladrillo», los residentes vivieron durante décadas sin una conexión adecuada con la ciudad de Salamanca.
En la década de 1980, durante la alcaldía de Pablo Beltrán de Heredia, se tomó la decisión de abrir la calle de Jesús Arambarri, lo que permitió a los vecinos derribar la señal que delimitaba el inicio de la ciudad. Este acto simbolizó la lucha y el esfuerzo colectivo de los residentes, quienes habían aprendido a reinventarse para satisfacer sus necesidades básicas en un entorno que carecía de apoyo externo.
Un esfuerzo comunitario sin precedentes
Los veteranos del barrio recuerdan cómo cualquier mujer se ofrecía como maestra, mientras que otros vecinos, como Anastasia, eran responsables de atender necesidades médicas, dado que los servicios médicos eran escasos. «Era un barrio principalmente de ferroviarios que también eran agricultores y ganaderos», comentan los residentes, subrayando la responsabilidad de mantener a sus familias.
La construcción de la calle de Jesús Arambarri no solo representó una mejora en la comunicación con la ciudad, sino que también facilitó el desarrollo de nuevas infraestructuras, como naves industriales y edificios que han transformado el barrio tal y como lo conocemos hoy. «La calle la pagamos y la hicimos nosotros, los vecinos, y costó un millón de pesetas de aquellos tiempos», recuerdan con orgullo aquellos que participaron en su creación.
El legado de una comunidad unida
A pesar de que la apertura de la calle significó un avance significativo para los derechos de los vecinos, muchos reconocen que la esencia del barrio ha cambiado. «Hoy ya no existe la vida de barrio que antes teníamos; queda un pequeño núcleo donde muchos nos conocemos, pero ya no somos ‘la familia’ que constituíamos», lamentan los residentes.
La calle de Jesús Arambarri debe su nombre a un sacerdote salesiano comprometido con la comunidad, quien fue un auténtico luchador por los derechos de los vecinos. Aunque las casas bajas han sido reemplazadas por nuevos edificios y los pequeños comercios han dado paso a grandes superficies, algunos vecinos, como Tomasa Sánchez, aún ven luz en el presente. «La vida aquí es normal, hay muchas parejas jóvenes trabajadoras con hijos», asegura.
Otros, como Ángel Peral y Jesús Martín, disfrutan de paseos diarios por la zona, aunque lamentan que en verano la comunidad se disuelva un poco más. «Esto en invierno se llena», concluyen, reafirmando que, a pesar de los cambios, la esencia de Puente Ladrillo sigue viva en sus corazones.
