La normalización se presenta como un proceso fundamental en la regulación de normas consensuadas que buscan establecer una convivencia armónica en ámbitos sociológicos y laborales. Este concepto se manifiesta a través de la estandarización de procesos, procedimientos y servicios, lo que permite a la sociedad funcionar de manera más organizada y eficiente.
Ejemplos de normalización en la vida cotidiana
En el ámbito del dibujo técnico, por ejemplo, existen normas que dictan cómo deben acotarse las mediciones o cómo realizar el sombreado, garantizando así la claridad y precisión en la comunicación visual. Otro caso significativo son las normas ISO, que establecen estándares de calidad y medio ambiente aplicables a diversas industrias, contribuyendo a la sostenibilidad y el desarrollo responsable.
La normalización también se extiende a aspectos más cotidianos, como el comportamiento social. Por ejemplo, el simple hecho de vestir adecuadamente en la vía pública o evitar comportamientos inapropiados, como defecar en lugares indiscriminados, son normas que contribuyen a mantener el orden y el respeto en la sociedad.
Sin embargo, el peligro de normalizar comportamientos que no son naturales o que contradicen la lógica puede tener consecuencias negativas. La discusión sobre el trato a las mascotas ha cobrado relevancia, donde se ha observado una tendencia a considerar a estos animales como «tutores» en lugar de «dueños». Esta perspectiva puede llevar a situaciones absurdas, como obligar a un gato, un depredador natural, a adoptar una dieta vegana, lo que claramente no es apropiado para su salud y bienestar.
La ética en la política y la sociedad
En el ámbito político, la normalización de situaciones cuestionables plantea serias preocupaciones. La inestabilidad en el gobierno, con ministros imputados y fiscales condenados, es un reflejo de una crisis de ética que no puede ser aceptada ni normalizada por la ciudadanía. La exigencia de dimisiones por parte de los líderes políticos se convierte en una necesidad imperante, no solo por respeto a quienes han luchado por los valores democráticos, sino también por la imagen del país en el contexto internacional.
La normalización de la corrupción y la falta de responsabilidad en la política española debe ser un punto de inflexión para exigir cambios significativos. Los ciudadanos tienen el derecho y el deber de demandar una ética robusta que defienda los principios fundamentales de la democracia y la justicia social.
En conclusión, la normalización es un concepto que, aunque puede ser beneficioso en muchos aspectos, también conlleva riesgos si no se aplica con juicio y responsabilidad. La sociedad debe estar alerta y no permitir que situaciones que deberían ser excepcionales se conviertan en la norma.
