La guerra de invasión rusa a Ucrania ha superado todas las previsiones, prolongándose más allá de lo que el presidente Vladimir Putin había anticipado. A pesar de las dudas en Europa y la renuencia del expresidente estadounidense Donald Trump a confrontar directamente a Moscú, Putin sigue creyendo que puede alcanzar una paz favorable a sus intereses. El presidente ucraniano Volodymyr Zelenski ha afirmado que “esta es una clara señal de que Putin está poniendo a prueba al mundo”, refiriéndose a recientes ataques masivos rusos que causaron daños significativos en instalaciones estadounidenses y europeas.
Impacto en la economía rusa
La economía de guerra se ha convertido en un factor determinante en este conflicto. Paul Kennedy escribió que “las guerras se ganan no sólo en los campos de batalla, sino en los balances contables”. Rusia intenta presentar su economía como resistente ante las sanciones occidentales, pero tras esa fachada se revela un sistema cada vez más frágil. En 2025, la inflación oficial alcanzó el 9 % y el crecimiento se ha estancado en un mísero 0,4 %. La inversión privada ha caído en picado y las deudas corporativas se han incrementado, dificultando el acceso al crédito.
El presupuesto ruso depende en más de un 40 % de las exportaciones de hidrocarburos, y en 2025, los ingresos por petróleo y gas cayeron un 30 % respecto al año anterior. Factores como los precios internacionales más bajos y los descuentos impuestos por China están afectando gravemente a la economía rusa, que podría enfrentar un golpe devastador si India, el mayor comprador de crudo ruso, decide reducir sus compras.
Consecuencias sociales y políticas
El gasto en defensa ha alcanzado los 213.400 millones de dólares, un récord desde la Segunda Guerra Mundial. Para financiar esta cifra, Moscú ha recurrido a más de 60.000 millones del Fondo Nacional de Riqueza, agotando sus reservas líquidas a menos de 50.000 millones, lo que no es suficiente para cubrir un déficit que ya supera el 3 % del PIB. Las opciones son limitadas: recortar el gasto social, aumentar impuestos o endeudarse más, cada una con sus propias consecuencias negativas.
La erosión del nivel de vida puede convertirse en un factor más peligroso que cualquier ofensiva militar. Según analistas, los economistas estiman que, bajo las actuales condiciones de sanciones y precios del petróleo, Rusia podría sostener la guerra entre 12 y 16 meses más. Sin embargo, la fatiga en Europa y las indecisiones de Estados Unidos podrían jugar en contra de sus planes.
La resiliencia de Ucrania
Por otro lado, Ucrania también está enfrentando desafíos económicos enormes. Su economía depende casi por completo de la ayuda occidental en armas y financiamiento. En 2022, el PIB ucraniano cayó un 30 %, y la recuperación ha sido lenta. Sin embargo, ha logrado mantener la moral alta y convertirse en un símbolo de resistencia en Europa, lo que ha reforzado la unidad de la OTAN.
La cuestión crítica que persiste es quién se desgastará primero en este conflicto. Mientras Rusia lucha con una economía al borde de la recesión, Ucrania depende completamente de la ayuda externa. La historia sugiere que los regímenes autoritarios pueden sostener conflictos por más tiempo del esperado, pero esto no significa que estén a salvo de un colapso repentino.
La guerra en Ucrania no se resolverá con una única victoria decisiva, sino a través de una lenta erosión económica y política. La combinación de un creciente déficit, inflación y dependencia energética hace difícil imaginar que Rusia pueda resistir más allá de dos años sin graves convulsiones internas. La clave estará en cuánto pueden sostener ambos países este conflicto y cuánta voluntad habrá en Europa y Estados Unidos para apoyar a Ucrania.