El caso Belate, que había generado expectativas en la derecha política y mediática, ha sufrido un notable revés tras las últimas comparecencias en el marco de la investigación. Este asunto, que había sido considerado por algunos como la oportunidad perfecta para desgastar al Gobierno de María Chivite, se ha visto debilitado por la falta de pruebas contundentes y la aparición de divergencias en la Mesa de Contratación.
En las últimas semanas, los partidos de la oposición, incluyendo a UPN, PP y Vox, se habían aferrado a la idea de que la adjudicación de la inversión más importante de la legislatura contenía irregularidades que justificaban la dimisión de Chivite. Sin embargo, a medida que avanzaba el proceso, se hizo evidente que existía un reparo no suspensivo y tres votos particulares que complicaban la narrativa de corrupción que estos partidos intentaban construir.
Desmoronamiento de las acusaciones
A pesar de los intentos de la oposición por mantener viva la llama del escándalo, el informe de la Intervención General subrayó que el procedimiento en cuestión era limpio, lo que no impidió que los partidos continuaran insistiendo en su versión de los hechos. La situación se complicó aún más con la irrupción del caso Cerdán, que reveló implicaciones del propio político encarcelado en una de las empresas adjudicatarias, lo que en un principio parecía reforzar las acusaciones.
La estrategia de la derecha se basó en amplificar la desconfianza y el temor a la corrupción sin detenerse a analizar los hechos. Sin embargo, las comparecencias iniciales para esclarecer el caso han resultado en un fiasco, dejando claro que la disputa se centraba en desacuerdos técnicos entre ingenieros y juristas, sin que hubiera evidencia de injerencia política. Este giro de los acontecimientos ha sido un golpe contundente para quienes sostenían la teoría de la conspiración.
Reflexiones tras el fracaso
Con el desmoronamiento de sus argumentos, muchos en la oposición se verán obligados a reconsiderar sus posiciones y, aunque no es probable que se disculpen públicamente, la situación podría obligar a algunos a reflexionar sobre la veracidad de sus acusaciones. Mientras tanto, la derecha deberá buscar nuevas estrategias para enfrentar a un Gobierno que, a pesar de los intentos de desprestigio, ha logrado mantener su posición.
A medida que la controversia del caso Belate se apaga, queda la lección de que el uso de acusaciones infundadas puede tener consecuencias negativas para la credibilidad de los partidos que se lanzan a la arena política con la intención de desgastar a sus oponentes. La política, en su esencia, debería estar basada en hechos y no en rumores.
