Las llamas arrasan el oeste de Estados Unidos, con incendios forestales devastadores que afectan también a Canadá y a extensas regiones de Francia, España, Portugal y Grecia. En este contexto, la técnica de la quema controlada se presenta como una estrategia viable para mitigar los efectos destructivos del fuego, que ha causado pérdidas incalculables en vidas y recursos, además de encarecer productos como el aceite de oliva y el vino en Europa, debido a la destrucción de árboles y viñedos.
En California, los incendios forestales han dejado cicatrices profundas, como se evidenció en el barrio de Pacific Palisades, donde muchas viviendas fueron consumidas por el fuego. Las empresas de servicios públicos, como Pacific Gas and Electric, se enfrentan a deudas millonarias por incendios que se cree que fueron provocados por sus infraestructuras. En 2019, esta compañía se acogió a la protección por bancarrota, reflejando la gravedad de la crisis.
Quema controlada: una herramienta necesaria
La quema controlada, también conocida como quema prescrita, consiste en la aplicación controlada del fuego sobre un área específica con el objetivo de gestionar el ecosistema. Esta técnica ha sido promovida por expertos como J. Morgan Varner, director de investigación y científico senior de Tall Timbers en Tallahassee, Florida. Desde hace más de 60 años, Tall Timbers lleva a cabo quemas prescritas en el sur de Georgia y el norte de Florida, demostrando su eficacia en la reducción del riesgo de incendios forestales.
Varner señala que, si bien esta técnica tiene detractores, especialmente entre aquellos que abogan por la supresión del fuego como primera línea de defensa, su uso ha demostrado ser instrumental para evitar acumulaciones peligrosas de combustible, como árboles muertos y vegetación seca. Sin la quema controlada, estos materiales se convierten en un riesgo que, al arder, puede resultar devastador, mientras que en una quema controlada, los daños son significativamente menores y se preserva una mayor parte del ecosistema.
En una finca de caza en el sur de Georgia, donde se realizó una quema controlada, se podían observar los efectos positivos de esta práctica. A pesar del olor a quemado y los troncos aún humeantes, la tierra estaba lista para su rejuvenecimiento natural. Varner explica que, con un manejo cuidadoso, el terreno puede recuperar su equilibrio ecológico.
Desafíos y consideraciones
La región de Red Hills en Georgia, que limita con Florida, ha sido un ejemplo de cómo las quemas controladas pueden beneficiar tanto a los bosques como a la fauna silvestre. Aunque hay preocupaciones sobre el impacto en la vida animal, Varner asegura que muchos animales son naturalmente sensibles al fuego y están capacitados para alejarse de él durante estos eventos controlados.
Las condiciones para llevar a cabo una quema controlada deben ser meticulosamente evaluadas, incluyendo factores como el viento, la humedad y la cantidad de combustible presente. Varner recomienda que la superficie ideal para la quema sea de aproximadamente 40 acres y que se realice en primavera u otoño, evitando los calurosos meses de verano. Un equipo de expertos debe inspeccionar la zona y predecir el comportamiento del fuego antes de la ignición.
A pesar de su larga historia y el respaldo científico, la quema controlada no es una solución universal. Un presidente de una empresa de servicios públicos de la costa oeste, al ser preguntado sobre su uso, respondió de manera contundente: «De ninguna manera». Este tipo de resistencia refleja la percepción que muchos tienen del fuego, incluso cuando se presenta como una herramienta para combatir su propio avance.
Ante el cambio climático y el aumento de temperaturas, la necesidad de estrategias más radicales, como la quema controlada, se vuelve cada vez más urgente. Llewellyn King, productor ejecutivo y presentador de White House Chronicle en PBS, concluye que es fundamental aprender a utilizar el fuego para preservar los ecosistemas y proteger nuestras comunidades.
