El 14 de septiembre de 2023, durante la etapa final de La Vuelta en Madrid, se vivieron momentos de gran tensión y caos. Los agentes de las Unidades de Intervención Policial (UIP) enfrentaron a un grupo de manifestantes que intentaban llegar a la Plaza de Cibeles, donde finalizaba el evento deportivo. A pesar de que la concentración no había sido comunicada oficialmente, los agentes se encontraron en una situación crítica donde su propia seguridad estuvo en juego.
A las 15:00 horas, varios grupos de manifestantes comenzaron a «caldear el ambiente» en la zona de Atocha, a unos dos kilómetros de la meta. La UIP estableció un perímetro de seguridad con vallas para proteger tanto a los ciudadanos como a los asistentes a la carrera. Sin embargo, los manifestantes, que contaban con el apoyo de la eurodiputada de Podemos, Irene Montero, acusaron a los antidisturbios de coartar su derecho a manifestarse.
Momentos de supervivencia y caos
Los agentes de la UIP relataban cómo la situación se tornó violenta. «Nos arrojaron vallas y tuvimos que correr literalmente por cuestión de supervivencia», explicaron. A medida que los manifestantes se volvían más agresivos, los antidisturbios se vieron obligados a retroceder hacia la zona de Neptuno para escapar de lo que describieron como una «batalla campal». Uno de los agentes confesó que en determinados momentos sintió que su vida estaba en peligro.
Los miembros de la UIP se mostraron indignados al escuchar que las protestas habían sido «pacíficas». «No, no lo fueron. Perdimos la sensación de control y era cuestión de sobrevivir textualmente», afirmaron. De hecho, se registraron 22 heridos, la mayoría con contusiones y lesiones menores, aunque el recuento inicial fue complicado debido al caos reinante.
Desbordamiento de la situación y falta de recursos
En cuanto a los efectivos desplegados, los agents de la UIP manifestaron que el número de policías no era suficiente para gestionar la situación. Se activaron 1 100 efectivos, pero los antidisturbios no superaban el medio millar, lo que dificultó la respuesta ante la multitud. «Había momentos en que ni siquiera sabíamos dónde estaban los demás», comentaron, añadiendo que la situación era «desbordante y caótica».
Aunque los agentes negaron recibir órdenes de no cargar, confirmaron que actuaron siguiendo el protocolo habitual. «Aguantar lo que sea necesario para no cargar contra las personas, a menos que seamos objeto de agresiones graves», dijeron. Sin embargo, la violencia de los manifestantes llevó a realizar cargas en diferentes puntos de la ciudad, como en Callao y Atocha, donde la situación se tornó crítica.
Con respecto a las críticas por las imágenes que mostraban a los antidisturbios actuando contra personas mayores, los agentes defendieron su actuación. «Cuando la situación se vuelve violenta, no hay que estar ahí; cualquiera sabe que no debe pasar por ahí», subrayaron, evidenciando la dificultad de mantener el orden en medio del caos.
Los agentes concluyeron que «fue muy duro y no pasó nada porque Dios no quiso», reflejando el alivio de haber salido ilesos de una situación extremadamente peligrosa. La experiencia vivida el 14 de septiembre ha dejado una huella profunda en el cuerpo de los antidisturbios, quienes ahora deben recuperarse emocionalmente tras haber estado en el punto de mira de la violencia.
