En septiembre de 1938, el revolucionario León Trotsky mantuvo una serie de encuentros con el dirigente obrero argentino Mateo Fossa en su casa de Coyoacán, México. Estos diálogos, que se extendieron durante tres sesiones, se realizaron en un contexto de creciente persecución estalinista y se centraron en la situación del movimiento obrero argentino y latinoamericano, así como en la situación internacional en el marco de la inminente Segunda Guerra Mundial.
Trotsky, exiliado desde hacía más de un año, mostró un profundo interés por el contexto argentino, mientras que Fossa, a su vez, se sintió impresionado por las ideas y la energía del líder revolucionario. Las charlas fueron registradas por ambos, siendo publicadas inicialmente por Trotsky en la revista mexicana Claves en noviembre de 1938. Posteriormente, Fossa narró sus impresiones en un folleto titulado Conversando con León Trotsky, publicado en 1941.
Un legado de lucha y compromiso
Mateo Fossa, nacido en 1896 en una familia humilde, se convirtió en un destacado líder del movimiento obrero argentino. Desde joven, se comprometió con la lucha social, formando parte de las Juventudes Socialistas en 1914 y posteriormente fundando el periódico La Internacional en 1917, lo que le llevó a su expulsión del partido por sus posturas de izquierda. Su trayectoria lo llevó a integrar el Partido Comunista Obrero y conocer a trotskistas argentinos, fortaleciendo su compromiso político.
En 1938, Fossa viajó a México para participar en el Congreso de Trabajadores Latinoamericanos como delegado del «Comité por las Libertades Sindicales», que agrupaba a veintiocho sindicatos autónomos. A pesar de la prohibición de ingreso por parte del estalinismo mexicano, su encuentro con Trotsky fue un reconocimiento a su labor como militante revolucionario.
Durante sus conversaciones, Trotsky se solidarizó con Fossa, quien había enfrentado las maniobras del estalinismo en su contra. En una de sus anécdotas más memorables, Trotsky le regaló un par de zapatos al argentino, quien llevaba alpargatas muy desgastadas. Este gesto simbolizaba no solo la calidez de las charlas, sino también la conexión entre ambos líderes en un momento crítico para el movimiento obrero.
Reflexiones sobre la revolución y la lucha obrera
Las conversaciones abordaron temas relevantes como la burocratización de la Unión Soviética y los desafíos que esto supuso para la revolución mundial. Trotsky insistió en la necesidad de unificar las fuerzas trotskistas y advirtió sobre la inminente guerra, afirmando que la clase obrera debía triunfar en su lucha o enfrentarse a un periodo de regresión y miseria. “No puede haber vacilaciones”, sentenció Trotsky, anticipando el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Fossa, tras volver a Argentina, se unió públicamente a la IV Internacional y se comprometió a trabajar por su programa. Su labor en el movimiento obrero continuó hasta sus últimos días, siendo candidato a senador por el Partido Socialista de Trabajadores en 1973. La influencia de Trotsky y el legado de Fossa se entrelazan en la historia del trotskismo argentino, que se ha mantenido firme como parte de la identidad política del país.
La vida y obra de Mateo Fossa no solo destacan su compromiso con la clase trabajadora, sino que también sirven como un hilo que conecta el trotskismo con la historia del movimiento obrero en Argentina, un legado que perdura hasta nuestros días.
