La situación en Cisjordania se ha vuelto insostenible, con un incremento alarmante de la violencia de los colonos israelíes hacia la población palestina. En octubre de 2023, la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) registró un total de 264 ataques perpetrados por colonos, coincidiendo con la cosecha de aceitunas y festividades judías. Este dato representa un récord absoluto desde que se comenzaron a contabilizar estos incidentes en 2006, lo que ha llevado al gobierno israelí a condenar por primera vez el «terrorismo» de grupos radicales como la Juventud de las Colinas.
A pesar de que el gobierno de Benjamin Netanyahu ha sido acusado de permitir e incluso fomentar la expansión de asentamientos ilegales, la violencia ha llegado a puntos críticos que afectan no solo a los palestinos, sino también a las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI). El 12 de noviembre, una multitud de entre 50 y 60 colonos asaltó una fábrica de lácteos en Beit Lid, lo que provocó una respuesta del ejército israelí, que se enfrentó a los atacantes.
El dilema del gobierno israelí
El presidente Isaac Herzog advirtió que los «individuos violentos y peligrosos» habían cruzado una «línea roja». Sin embargo, estas declaraciones han llegado en un momento en que las principales figuras del gobierno no habían denunciado la violencia de los colonos durante el mes más violento registrado. Según Yonatan Mizrachi, codirector del proyecto Settlement Watch en Peace Now, lo ocurrido en Beit Lid superó los límites de la tolerancia, generando preocupación no solo por los ataques a civiles palestinos, sino también por el impacto que estos tienen sobre las tropas israelíes.
La violencia de los colonos ha comenzado a afectar a las operaciones del ejército, que se enfrenta a un desafío adicional en un contexto de múltiples frentes con Hezbollah en Líbano y la situación en Gaza. El jefe del Estado Mayor, Eyal Zamir, ha señalado que la capacidad de acción del ejército podría verse comprometida si no se controla a los colonos extremistas.
Acciones limitadas y resistencia institucional
A pesar de los intentos del gobierno por distanciarse de la violencia de los colonos, muchos analistas creen que las palabras de Netanyahu no marcarán un cambio significativo en la política de asentamientos. Los ministros de Seguridad Nacional y Finanzas, Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, son considerados como pilares del movimiento colonizador y han hecho poco para frenar la violencia. Mizrachi advierte que existe una simbiosis entre el gobierno y los asentamientos ilegales, lo que dificulta cualquier intento real de resolución.
La falta de acción contundente por parte del gobierno israelí se refleja en el hecho de que, según la organización de derechos humanos Yesh Din, cerca del 94% de las investigaciones sobre violencia de colonos en los últimos años han sido archivadas sin acusaciones. Este contexto de impunidad ha llevado a muchos palestinos a perder la fe en la justicia, como señala Mahmud Daghamin, quien ha sido víctima de estos ataques sin que las autoridades hayan respondido adecuadamente.
A medida que la situación se deteriora, el desafío para Israel es enorme. La comunidad internacional observa con preocupación cómo el gobierno de Netanyahu navega entre la presión interna de los colonos y la creciente violencia que amenaza la estabilidad en la región. Sin medidas efectivas, el «monstruo» que se ha creado podría desbordar aún más la situación, con consecuencias impredecibles para ambos pueblos.
