Donald Trump, actual presidente de EE UU, ha sido diagnosticado con insuficiencia venosa crónica, una afección que afecta a uno de cada veinte adultos mayores de 50 años. Este diagnóstico ha generado inquietud tanto en su equipo como en la opinión pública, ya que muestra señales de que el mandatario también está envejeciendo, a pesar de sus intentos de proyectar una imagen de fortaleza inquebrantable.
La Casa Blanca, a través de su portavoz Keroline Leavitt, ha calificado la dolencia como «leve», asegurando que Trump «se mantiene en excelente estado de salud». Sin embargo, los síntomas que ha presentado, como la hinchazón en las piernas, han suscitado dudas sobre su bienestar. En el último mes, Trump ha sido visto con piernas notablemente hinchadas, lo que ha llevado a un examen médico en la clínica de la Casa Blanca.
Reacciones y preocupaciones sobre su salud
La preocupación por la salud de Trump ha resurgido especialmente tras el reciente diagnóstico. En abril, la Casa Blanca se vio obligada a asegurar que el presidente estaba «totalmente capacitado» para ejercer su cargo, pero desde entonces la falta de transparencia sobre su salud ha sido notable. En eventos públicos, como la final del Mundial de Clubes en Nueva Jersey, sus piernas hinchadas fueron evidentes, lo que generó especulaciones sobre su estado de salud.
Expertos médicos, citados en The Wall Street Journal, han explicado que la insuficiencia venosa crónica no es una condición grave y que puede tratarse con medias de compresión. No obstante, el doctor Sean Lyden, director de cirugía vascular de la Clínica Cleveland, destaca que esta afección es un grado superior a las varices, aunque no se considera seria. Según el doctor Gregory Magee, este tipo de dolencias son comunes con el envejecimiento y, en la mayoría de los casos, no representan un gran problema de salud.
Contexto político y repercusiones
El diagnóstico de Trump también plantea preguntas sobre la gerontocracia en la política estadounidense, especialmente en un contexto donde su predecesor, Joe Biden, se retiró de la carrera electoral por preocupaciones sobre su capacidad cognitiva. Biden, quien tenía 81 años cuando renunció, se convirtió en objeto de burlas por parte de Trump, quien le apodó «Joe, el dormilón». Ahora, con Trump cumpliendo 79 años, la ironía de su situación no pasa desapercibida.
Las teorías conspiratorias han comenzado a circular en los últimos días, insinuando que la Casa Blanca podría estar ocultando la verdadera naturaleza de la salud del presidente. Trump, quien ha criticado abiertamente la salud mental de Biden, se encuentra ahora en una posición vulnerable ante cuestionamientos similares. La situación podría complicarse aún más, ya que una comisión republicana investiga las capacidades mentales del expresidente demócrata.
A pesar de sus problemas de salud, Trump continúa manteniendo su imagen de fortaleza. Ha sido conocido por su estilo de vida poco saludable y su preferencia por comidas ricas en calorías. En contraste con ex presidentes como Bill Clinton y Barack Obama, quienes adoptaron estilos de vida más saludables, Trump se enorgullece de su dieta poco convencional y de su resistencia física.
Con un diagnóstico que podría ser un primer signo de envejecimiento, la imagen del presidente como un líder indestructible podría verse amenazada. A medida que la atención se centra en su salud, muchos se preguntan si este es el comienzo de un nuevo capítulo en la política estadounidense, donde la edad y la salud juegan un papel crucial en la percepción pública de los líderes.