El pasado mes de junio, un grupo de más de doce hombres enmascarados y con gafas de sol se congregó frente al ayuntamiento de la ciudad canadiense de Londres, donde llevaron a cabo una manifestación con consignas claramente antisemitas. En un vídeo distribuido a través de Telegram, se les podía escuchar gritar «Deportaciones masivas ya» mientras sostenían pancartas que reforzaban su mensaje de odio. Este tipo de escenas, aunque relativamente comunes en Estados Unidos, resultan sorprendentes en Canadá y subrayan el preocupante auge de los **active clubs**, un movimiento global de clubes neofascistas de lucha que se originó en EE. UU. y que está expandiéndose rápidamente por el mundo.
Estos clubes, que promueven la violencia como medio de expresión y propaganda, han comenzado a establecerse en diferentes países, aprovechando la creciente polarización social y el descontento político. En Estados Unidos, su presencia ha sido documentada en varias manifestaciones y eventos, donde los participantes, a menudo encapuchados, se organizan para llevar a cabo actos de intimidación y propaganda. Su expansión hacia Canadá marca un nuevo capítulo en la difusión de ideologías extremistas que han encontrado un terreno fértil en la frustración de ciertos sectores de la población.
La aparición de estos grupos en Canadá plantea serias preguntas sobre la seguridad y la cohesión social en el país. La **Coalición Canadiense contra el Odio** ha mostrado su preocupación, señalando que este tipo de actividades no solo amenazan la paz pública, sino que también fomentan un ambiente de hostilidad y división. La organización ha instado a las autoridades a tomar medidas contundentes para frenar esta ola de extremismo que busca normalizar la violencia y el odio en la sociedad.
El fenómeno de los active clubs no es aislado; se ha visto un patrón similar en otros países europeos, donde grupos de extrema derecha han comenzado a ganar terreno. Las redes sociales juegan un papel crucial en esta expansión, facilitando la comunicación y organización entre individuos que comparten ideologías extremistas. Las plataformas como Telegram han sido utilizadas para coordinar eventos y compartir propaganda, lo que complica aún más la tarea de las autoridades para controlar y mitigar estas actividades.
Es fundamental que los gobiernos y las comunidades se unan para contrarrestar la influencia de estos grupos y asegurar que los valores democráticos y de respeto a la diversidad prevalezcan. La lucha contra el extremismo requiere no solo una respuesta policial, sino también un esfuerzo conjunto para abordar las raíces del odio y la violencia, promoviendo el diálogo y la inclusión en lugar de la exclusión y la violencia.
El avance de los active clubs y la aparición de manifestaciones en países como Canadá son un recordatorio de los desafíos que enfrentan las sociedades contemporáneas ante el resurgimiento de ideologías extremistas. La vigilancia y la acción proactiva son esenciales para garantizar que estos movimientos no consigan arraigarse y prosperar en el futuro.