Por primera vez en su historia, el Ejército del Aire español ha desplegado sus cazas F-18 en Islandia, como parte de la operación de la Policía Aérea de la OTAN. Este movimiento busca reforzar la seguridad colectiva de la Alianza en el Atlántico Norte, especialmente ante la creciente amenaza de actividades aéreas no identificadas en el espacio aéreo aliado y sus proximidades.
Desde la base aérea de Kéflavik, al sur de la isla, han comenzado a operar un total de seis cazas F-18, acompañados por un contingente de 122 militares, que incluye pilotos, mecánicos y especialistas en armamento y logística, entre otros. Este despliegue es significativo, ya que Islandia es un país miembro de la OTAN que carece de fuerza aérea propia, lo que obliga a la Alianza a proteger su espacio aéreo de forma rotatoria mediante destacamentos aliados.
Un contexto geopolítico complicado
La ubicación de Islandia en la región ártica la convierte en un punto estratégico clave, sobre todo en el actual panorama geopolítico. La OTAN ha intensificado su presencia en esta área en los últimos años como medida de disuasión frente a Rusia, cuyo despliegue de aeronaves, barcos y submarinos en el Océano Glacial Ártico ha aumentado considerablemente en la última década.
El Ministerio de Defensa español ha subrayado que “con este nuevo despliegue, España demuestra y refuerza su compromiso con las operaciones internacionales de defensa colectiva”. Este paso también representa una continuación de la participación española en el flanco oriental de la OTAN, donde ya ha estado activa en misiones en el Báltico, Bulgaria y Rumanía. La nueva participación en Islandia permite a las fuerzas aéreas españolas proyectar su capacidad operativa en un nuevo escenario de vigilancia aérea avanzada.
Un compromiso con la seguridad colectiva
La decisión de desplegar los cazas F-18 en Islandia refleja no solo el compromiso de España con la seguridad de sus aliados, sino también la importancia de la cooperación internacional en la defensa. Este tipo de misiones son fundamentales para mantener la estabilidad en una región que se ha vuelto cada vez más compleja y desafiante.
El despliegue de estos aviones de combate no solo tiene implicaciones militares, sino que también se enmarca en un esfuerzo más amplio por parte de la OTAN para adaptarse a las nuevas realidades geopolíticas y garantizar la seguridad de todos sus miembros en un entorno en constante cambio.
