El Estado Islámico ha perpetrado un nuevo ataque devastador en el Congo, donde han asesinado a 121 cristianos en un acto de barbarie que ha sido celebrado en sus medios de comunicación. En su reciente publicación, el semanario An Naba (n.º 512), los terroristas han reivindicado la matanza, mostrando imágenes y relatos explícitos de las ejecuciones llevadas a cabo en las localidades de Lubero y Beni.
La masacre tuvo lugar durante una gran reunión cristiana en la aldea de Ttuyo, cerca de Mangor Yad Jeba. Según la narrativa difundida por el Estado Islámico, los asaltantes irrumpieron en la reunión armados con ametralladoras y hachas, llevando a cabo una matanza indiscriminada y provocando el incendio de al menos 30 casas.
Violencia sistemática contra cristianos en África
Entre los testimonios de los yihadistas, se destaca la cruel disyuntiva presentada a los niños cristianos: «el islam o la espada». Aquellos menores que se negaron a convertirse fueron asesinados en el acto, generando un horror que los terroristas celebran en su propaganda. «Optaron por morir ellos mismos después de rechazar el islam», afirman con frialdad, lo que añade un escalofriante matiz a la masacre.
La violencia no se limitó a los niños; las mujeres también fueron víctimas de esta brutalidad. Según los datos proporcionados por el Estado Islámico, han capturado y ejecutado a 21 mujeres cristianas y han incendiado motocicletas y pertenencias antes de retirarse a sus posiciones. Este ataque forma parte de un patrón de persecución sistemática contra comunidades cristianas en África, donde la expansión del yihadismo convierte aldeas enteras en campos de exterminio por motivos religiosos.
Indiferencia internacional ante la tragedia
A pesar de la gravedad de estos hechos, la tragedia de cientos de familias cristianas víctimas de esta violencia permanece casi ignorada en la agenda internacional. Las víctimas—mujeres, niños y hombres asesinados por mantener su fe—se suman a una larga lista de mártires del cristianismo en un continente donde la indiferencia occidental contrasta con la brutalidad de sus verdugos.
La situación en el Congo, especialmente en el contexto de la creciente violencia yihadista, exige una atención urgente por parte de la comunidad internacional, que hasta ahora ha permanecido en silencio ante estas atrocidades. La masacre reciente no solo destaca la barbarie del Estado Islámico, sino que también pone de manifiesto la necesidad de una respuesta concertada para proteger a quienes sufren por su fe.
