La construcción del puente sobre el Estrecho de Messina, un proyecto que ha suscitado intensas controversias durante décadas, está nuevamente en el centro del debate en Italia. La reactivación de esta obra, que se había paralizado en 2011, ha generado tanto entusiasmo como temor entre los residentes de la zona, quienes viven con la incertidumbre de ser expropiados.
Cettina Lupoi, profesora jubilada que adquirió su vivienda en Torre Faro hace 23 años, recuerda con desazón el momento en que se enteró de los planes de construcción del puente. “No había pasado ni un día desde que firmé ante el notario, cuando me enteré de que toda la zona entraba en las expropiaciones planeadas”, relata Lupoi. Su hogar, que disfruta de vistas privilegiadas sobre el Estrecho, se encuentra cerca de donde se erigirían los pilones de la infraestructura más ambiciosa del país.
Un proyecto histórico con implicaciones ambientales
El proyecto, que promete ser el puente colgante más largo del mundo con una altura de 399 metros y un vano de 3.300 metros, ha sido reactivado por el actual Gobierno de Giorgia Meloni, con Matteo Salvini como principal defensor. En marzo de 2023, se aprobó un decreto que revive la sociedad pública Stretto di Messina, creada en 1981 y que había estado en liquidación.
La comunidad, sin embargo, se enfrenta a la posibilidad de perder sus hogares. “A muchos de los dueños de las casas sujetas a expropiación les avisamos nosotros gracias a estos mapas. Ni siquiera lo sabían”, explica Daniele Ialacqua, activista y presidente del Comitato No Ponte Capo Peloro. La preocupación radica en que la construcción afectaría a un área de gran valor ecológico, caracterizada por lagunas salobres y una reserva natural.
El anuncio de la reactivación de la obra fue recibido con angustia por los más de 450 propietarios de viviendas en el área, que ya enfrentan restricciones para realizar mejoras en sus casas debido a la protección del ecosistema. “Hay hasta indicaciones del color que tienen que tener las viviendas. Ahora nos dicen que justo aquí pueden levantar un pilón de 400 metros”, añade Ialacqua.
Movimientos sociales en contra y a favor del puente
El debate sobre la construcción del puente ha polarizado a la población local. Desde hace décadas, grupos como Legambiente han luchado contra el proyecto, argumentando que no solo destruiría el medio ambiente sino que también representa una solución temporal a problemas estructurales más profundos en Sicilia y Calabria.
“Para la construcción del puente harán falta cinco millones de litros de agua al día, y aquí ya ahora solo tenemos erogación entre las seis y las 11 de la mañana”, señala Ialacqua, enfatizando las carencias que enfrenta la región.
El próximo hito en esta disputa será el 29 de noviembre de 2023, cuando se espera una gran manifestación nacional en Messina. Los organizadores prevén que miles de personas salgan a las calles para expresar su oposición al puente, en lo que consideran la última milla de una larga batalla. A finales de octubre, el Tribunal de Cuentas no validó el plan aprobado por el Gobierno, lo que paraliza de facto la obra.
La situación se complica aún más con el aumento de los costes, que han triplicado los 3.880 millones de euros aprobados en 2006. Esta situación podría implicar una violación de las directivas europeas que exigen una nueva licitación cuando el aumento supera el 50%. A pesar de la incertidumbre, el Gobierno afirma que el puente se construirá, con Salvini asegurando que las obras podrían comenzar en febrero de 2024.
Sin embargo, la desconfianza persiste. Giovanni Sottilaro, dueño de un bar en Villa San Giovanni, apoya el proyecto, pero también expresa su temor: “El único miedo es que lo empiecen y no lo acaben”. Este sentimiento de desconfianza está presente en muchos que, a pesar de sus deseos de progreso, han visto muchas promesas incumplidas en el pasado.
El debate se intensifica con la alcaldesa de Villa San Giovanni, Giusy Caminiti, quien critica la falta de estudios científicos actualizados y la ausencia de alternativas viables al proyecto. “Queremos un enfoque técnico-científico, no propagandístico”, afirma, mientras subraya las necesidades urgentes de la región en términos de infraestructuras y servicios básicos.
Así, el futuro del puente sobre el Estrecho de Messina sigue siendo incierto, con la comunidad dividida y un legado de promesas incumplidas que alimenta la desconfianza y la preocupación entre los residentes de ambas orillas. La lucha por el futuro de la región continúa, y la próxima manifestación prometen ser un punto de inflexión en esta compleja historia.
