La venta ambulante en las playas de Gran Canaria se ha incrementado de manera notable en los últimos años, convirtiéndose en un fenómeno que preocupa tanto a turistas como a las autoridades locales. Este crecimiento se ha hecho evidente especialmente en zonas como la Playa de Maspalomas y el Anexo de Playa del Inglés, donde los vendedores ilegales operan durante todo el año, a diferencia de años anteriores en los que su actividad se limitaba a la temporada alta.
Desde hace seis años, se ha detectado un aumento en el número de estos vendedores, así como en el tiempo que permanecen en las playas. En la plazoleta junto a la entrada principal de Playa del Inglés, es común observar a al menos diez vendedores ofreciendo productos como gafas de sol, relojes, cinturones y pareos, además de varias mujeres africanas que ofrecen trenzas a los turistas. Una de ellas, al ser preguntada sobre su trabajo, mencionó que cobra 30 euros por hacer trenzas con extensiones y que su jornada laboral puede extenderse hasta doce horas, aunque el número de clientes varía considerablemente.
El negocio de los masajes también ha encontrado su lugar en estas playas. Un joven que vendía gafas de sol afirmó que su mercadería era «normal, de China», y que sus ingresos al día oscilan entre 20 y 30 euros. Sin embargo, la actividad de estos vendedores no está exenta de riesgos. La policía local suele realizar controles, multando a los vendedores con sanciones que pueden alcanzar los 300 euros y confiscando su mercancía.
Operativos policiales y peligros asociados
La situación ha llevado a las autoridades a implementar operativos para controlar esta actividad. José Carlos Álamo, concejal de Seguridad de San Bartolomé de Tirajana, explicó que los productos más comunes en estas ventas son «falsificados» y que existe un problema histórico con las masajistas de origen asiático, quienes no siempre están capacitadas y utilizan productos de calidad cuestionable. Durante una de las rondas de control, se notó la ausencia de vendedores ambulantes, quienes se escabullen rápidamente ante la presencia policial.
Al hablar con clientes de estos servicios, se observa una falta de confianza en la calidad del aceite utilizado para los masajes. Una mujer comentó que el aceite lo traía en un «botecito pequeño», pero, a pesar de sus dudas, parece asumir el riesgo en busca de alivio para sus dolencias. El concejal Álamo señaló que las operaciones deben ser cuidadosas para no generar alarma entre los turistas, aunque también han detectado actividades delictivas asociadas a estos vendedores, como el tráfico de drogas.
Las sanciones impuestas por la venta ambulante varían según la reincidencia, pudiendo ir desde 300 hasta 3 000 euros. A pesar de los esfuerzos de la policía, la situación es complicada, ya que una vez que los agentes se retiran, los vendedores reaparecen rápidamente para montar sus puestos, ofreciendo productos que van desde bolsos de imitación hasta equipaciones de fútbol.
La venta ambulante en las playas de Canarias no solo plantea un reto para la economía local y la seguridad de los turistas, sino que también sugiere una necesidad urgente de regulación y control para proteger tanto a los consumidores como a los vendedores legítimos.
