Vrulé, una innovadora escuela de hostelería en Pozuelo de Alarcón, se dedica a formar a personas con discapacidad para su integración en el mercado laboral. Fundada por Sandra Cabezudo y Pablo Abellanas, esta institución destaca por su enfoque directo y sin paternalismos, buscando ofrecer una educación que empodere a sus alumnos y les prepare para el mundo real.
“Queremos que la gente venga a nuestra escuela porque es una escuela que mola, porque les gusta nuestra filosofía”, afirman Cabezudo y Abellanas. Desde su inicio, hace casi tres años, han trabajado incansablemente para crear un ambiente donde las personas con discapacidad puedan formarse sin ser tratadas con condescendencia. El ingeniero Pablo, quien ha dedicado gran parte de su vida al voluntariado, ha dejado su trabajo para dedicarse plenamente a esta causa.
Una metodología adaptada y práctica
La escuela ofrece un programa formativo que se adapta a las necesidades de sus alumnos. Estos asisten a clase una semana al mes y deben completar un total de 15 semanas lectivas para obtener un certificado de profesionalidad. Actualmente, Vrulé cuenta con 48 alumnos, quienes reciben formación en un ambiente inclusivo y dinámico.
En la escuela, los estudiantes aprenden no solo las técnicas de cocina, sino también habilidades sociales y de trabajo en equipo. Eva, una de las alumnas, se ha destacado en un concurso de repostería, mientras que David disfruta aprendiendo de su madre, cocinera con 30 años de experiencia. La formación se complementa con prácticas en el Vrutal Club, un bar donde los alumnos aplican lo aprendido en un entorno real.
Un enfoque que transforma vidas
La filosofía de Vrulé se basa en el lema “nos movemos de manera diferente”, lo que implica un ritmo de trabajo adaptado a las capacidades de cada alumno. Este enfoque permite que los estudiantes se sientan valorados y motivados. “Los alumnos que trabajan aquí nos dicen que han creado una vida que no tenían”, comparte Sandra, subrayando la importancia del programa para el desarrollo personal y profesional de sus alumnos.
Los viernes, los estudiantes organizan cenas para sus familiares y clientes externos, una experiencia que les permite poner en práctica lo aprendido. “Los padres se sorprenden al ver a sus hijos trabajando en la cocina como si fueran profesionales”, explica Cabezudo. Este tipo de eventos no solo refuerzan la confianza de los alumnos, sino que también crean una conexión más profunda con sus familias.
A pesar de los desafíos iniciales para atraer la atención de fundaciones y familias, Vrulé ha logrado consolidarse como una referencia en la formación de personas con discapacidad. “El 80% de nuestros alumnos buscan empleo, y el 20% restante asiste para aprender habilidades que les servirán en su vida diaria”, afirma Abellanas.
Con el apoyo de profesionales del sector, como Kike Martínez de Bombas, Lagartos y Cohetes, los estudiantes aprenden a elaborar platos exclusivos, como una gilda diseñada para la escuela. Este tipo de colaboraciones enriquecen la experiencia educativa y abren nuevas oportunidades para los alumnos.
La visión de Vrulé es clara: quieren que sus alumnos puedan trabajar en cualquier restaurante con el apoyo necesario. “Nosotros en Vrutal funcionamos fenomenal y hay cinco personas con discapacidad en el equipo”, destaca Sandra, evidenciando que la inclusión es posible en el mundo laboral.
El impacto de Vrulé va más allá de la formación profesional, contribuyendo a un cambio de mentalidad en la sociedad respecto a las capacidades de las personas con discapacidad. La escuela se establece como un modelo a seguir, no solo por su método educativo, sino por la forma en que comunica su misión y valores, rompiendo estigmas y construyendo un futuro más inclusivo para todos.
