En el dinámico panorama gastronómico de Barcelona, Maldita Barra se ha posicionado como un concepto innovador que va más allá de la simple experiencia de comer. Fundada por Ana de Espona, una joven emprendedora de 22 años, este restaurante ha logrado captar la atención de locales y turistas desde su apertura hace un año en el corazón del Eixample Dreta, concretamente en la calle Rosellón 242.
Tras un intercambio estudiantil en Hong Kong, De Espona se dio cuenta de que quería crear un espacio donde la comida fuese un medio para conectar personas y experimentar diferentes sensaciones. “No tenía experiencia en gastronomía, pero estaba segura que quería un espacio donde la comida no sea el fin, sino el vehículo de algo más”, explica.
Un espacio multifuncional y creativo
Maldita Barra aspira a ser un lugar donde se mezclan la gastronomía, el arte y la socialización. En este local, conviven vecinos del barrio que disfrutan de un desayuno, turistas que comparten su brunch en redes sociales, y grupos de amigos que se reúnen para disfrutar de cócteles y tapas. De Espona ha diseñado un ambiente que invita a la creatividad y la interacción, rompiendo con el modelo tradicional de restauración.
“Queremos romper con el modelo tradicional de lo que vemos normalmente. Por eso jugamos con la idea del drunch, que es la combinación del brunch con el dinner”, detalla. Esto significa que los platos típicos de desayuno también están disponibles por la tarde y noche, ofreciendo una flexibilidad que atrae a un público diverso.
Una propuesta gastronómica única
El menú de Maldita Barra ha sido diseñado por el dúo de chefs Jordi Limón y Martín Bado, de MAM del Bó. Su carta destaca por la fusión de sabores que van desde la cocina mediterránea hasta influencias sudamericanas. Entre sus platos más populares se encuentran las gildas caseras, torreznos con patatas, y el ceviche de lubina. Para quienes prefieren opciones más ligeras, el hummus de remolacha y berenjena es una opción recomendada.
La selección de bebidas también refleja el compromiso del restaurante con la sostenibilidad y el apoyo a pequeños productores. La carta incluye una variedad de vinos naturales de bodegas familiares como Loxarel, además de vermuts de compañías que apuestan por creaciones alternativas.
En su afán por ser un espacio vivo y cultural, Maldita Barra está en proceso de transformar su área trasera en la Maldita Gallery, un espacio privado donde se llevarán a cabo encuentros creativos y actividades culturales.
El nombre del restaurante, Maldita Barra, tiene su origen en la barra gigante del local anterior, que De Espona decidió eliminar como símbolo de un nuevo comienzo. “Al final a esa ‘maldita barra’ la decidimos tirar, pero quitarla del medio fue como una ruptura, algo simbólico de querer abrirse paso con un proyecto nuevo”, concluye.
A un año de su apertura, las expectativas han superado lo esperado, consolidando a Maldita Barra como un referente en la oferta gastronómica de Barcelona. Sin duda, este concepto innovador está destinado a seguir creciendo y atrayendo a nuevos clientes que buscan más que una simple comida.
