Cada año, durante la Semana Santa, la casa de mi abuela se convierte en el epicentro de una tradición culinaria que reúne a toda la familia en torno a su famoso potaje de garbanzos con bacalao y espinacas. Este plato, que ha sido transmitido de generación en generación, evoca recuerdos de infancia y aromas inconfundibles que marcan el inicio de las festividades. Desde pequeños, mis primos y yo hemos esperado con entusiasmo el momento en que el olor del sofrito y el bacalao llenan la cocina, creando una atmósfera de celebración familiar.
La receta, que mi abuela aprendió de su madre, es un ejemplo perfecto de la cocina española, donde ingredientes humildes se transforman en un manjar. Aunque he intentado replicarla en varias ocasiones, mis primos siempre coinciden en que, aunque mis esfuerzos son buenos, nada se compara con la comida de nuestra abuela.
Ingredientes y preparación del potaje
Para esta deliciosa receta se necesitan los siguientes ingredientes: 400 gramos de bacalao desalado, 500 gramos de garbanzos secos, dos tomates, una cebolla, un pimiento verde, dos huevos, una rebanada de pan duro, una hoja de laurel, una cucharadita de pimentón dulce, aceite de oliva, sal y agua. La preparación es sencilla, pero requiere paciencia y cariño.
El primer paso consiste en poner los garbanzos en remojo en agua templada con una pizca de sal. Al día siguiente, se escurren y se reservan. En una olla grande, se colocan los garbanzos junto con la hoja de laurel y se cubren con agua limpia para hervirlos a fuego lento durante una hora y media, o hasta que estén tiernos. Mientras tanto, se sofríen la cebolla, el pimiento verde y los ajos, añadiendo después los tomates pelados y triturados hasta que la mezcla reduzca y espese.
Una vez que el sofrito está listo, se fríe la rebanada de pan hasta dorarla y se incorpora al sofrito junto con el pimentón. Finalmente, se vierte todo en la olla con los garbanzos y se cocina durante unos 15 minutos adicionales. Las espinacas se agregan al guiso durante los últimos 10 minutos de cocción, seguidas del bacalao en trozos grandes, que solo necesita cinco minutos para integrarse en el potaje.
Un legado culinario y su significado
El origen de este potaje se remonta a siglos atrás, cuando la Iglesia prohibía el consumo de carne durante ciertas festividades, lo que llevó a las familias a buscar alternativas nutritivas que incluyeran legumbres y pescado. Así es como se consolidó la combinación de garbanzos, espinacas y bacalao, ideal para cumplir con estas normas religiosas.
El bacalao, al ser un pescado en salazón, se convirtió en una opción accesible para muchos hogares, especialmente en el interior de la península, donde el pescado fresco no siempre estaba disponible. Sin embargo, el verdadero secreto que hace que este potaje sea tan especial no radica únicamente en los ingredientes, sino en el amor y dedicación con los que mi abuela lo cocina. Cada bocado está impregnado de recuerdos y cariño familiar, elevando este plato a un lugar especial en nuestra mesa.
Este año, como cada año, la espera por el potaje de garbanzos con bacalao y espinacas de mi abuela se ha convertido en un momento esperado que nos recuerda la importancia de la tradición y la familia. Anímate a probar esta receta, quizás consigas reproducir el sabor auténtico de la original y sumar un nuevo capítulo a esta hermosa tradición familiar.
