La economía española experimentó un crecimiento del 0,6% en el tercer trimestre del año, un avance menos robusto que el 0,8% registrado en el segundo trimestre, según los últimos datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Esta desaceleración se atribuye en gran medida a la debilidad del sector exterior, donde la demanda externa restó seis décimas al crecimiento intertrimestral del PIB.
Durante los meses de verano, que abarcan julio, agosto y septiembre, el crecimiento interanual se situó en 2,8%, lo que representa una disminución de dos décimas respecto al trimestre anterior. A pesar de esta moderación, las previsiones del Gobierno y de diversos institutos de análisis continúan siendo optimistas, ya que se espera que España cierre el año con un crecimiento cercano al 3%, lo que apuntaría a un desempeño superior a la media de la eurozona por tercer año consecutivo.
Factores que afectan al crecimiento
El Ministerio de Economía, dirigido por Carlos Cuerpo, ha celebrado estos resultados, señalando que «corroboran» el dinamismo de la economía española. Sin embargo, diversos analistas han expresado preocupaciones sobre los fundamentos de ese crecimiento, advirtiendo sobre desequilibrios que podrían afectar la sostenibilidad a largo plazo. Un aspecto clave es el impacto negativo de la actual guerra arancelaria, que ha moderado las exportaciones españolas en un contexto de atonía en la zona euro.
A pesar de estos desafíos, la demanda nacional ha sido el principal motor del crecimiento en este trimestre, contribuyendo con 1,2 puntos al avance del PIB. Este fenómeno pone de relieve la resiliencia del mercado interno, que sigue mostrando signos de fortaleza en medio de un panorama internacional incierto.
Perspectivas futuras
Con la economía española encadenando ya nueve meses de crecimientos iguales o superiores a seis décimas, los pronósticos de los expertos sugieren que, si se mantienen las condiciones actuales, España podría seguir siendo un ejemplo de recuperación dentro de la Unión Europea. Sin embargo, es crucial que se aborden los desajustes estructurales para garantizar la estabilidad futura.
En conclusión, aunque el crecimiento del PIB ha moderado su avance, la combinación de una sólida demanda interna y las perspectivas de un crecimiento sostenido son motivos para mantener un enfoque optimista hacia la economía española, siempre atentos a los retos que plantea el escenario internacional.
