La comercialización de las proteínas ha alcanzado nuevas cotas, convirtiéndose en un fenómeno conocido como turbonutricionismo, que distorsiona nuestra relación con los alimentos al centrarse únicamente en su contenido nutricional. Este enfoque ha llevado a que productos como el agua contengan proteínas y a que los consumidores evalúen los alimentos no por su sabor o su calidad, sino por los nutrientes que aportan.
La manera en que percibimos un alimento ha cambiado drásticamente. Por ejemplo, un pollo puede ser considerado simplemente como un «saco de proteínas» en lugar de un ingrediente versátil para una variedad de recetas. Esta visión reduccionista se traduce en una elección de productos basada en sus nutrientes, dejando poco espacio para el disfrute de la gastronomía.
El impacto del nutricionismo en nuestras elecciones alimentarias
El concepto de nutricionismo, acuñado por el experto en política alimentaria Gyorgy Scrinis, resalta cómo nuestra relación con la comida ha sido transformada por la obsesión por los nutrientes. Al comprar, muchos eligen productos no por su sabor, sino por su contenido en vitaminas o minerales, lo que nos aleja del placer de comer.
Por ejemplo, un consumidor podría optar por un bollo industrial alto en fibra, ignorando que contiene grasas saturadas y azúcares. Este enfoque simplista permite que productos ultraprocesados sean considerados saludables si cumplen con ciertos criterios nutricionales, resaltando una distorsión en la apreciación de la calidad alimentaria.
Según Scrinis, esta tendencia ha permitido que incluso productos de baja calidad sean percibidos como beneficiosos simplemente porque destacan un nutriente en particular, como las proteínas. La obsesión por este elemento ha hecho que se priorice el marketing sobre el valor real de los alimentos, creando una desconexión entre el consumidor y la cocina.
La omnipresencia de las proteínas en el mercado
El auge de las proteínas ha sido gradual, pero en la última década se ha intensificado. Juan Revenga, reconocido dietista-nutricionista, señala que el interés por las proteínas no responde a una necesidad real de la población, ya que no existe una carencia de este macronutriente. Sin embargo, su presencia ha sido capitalizada comercialmente, especialmente en el ámbito del deporte y el fitness.
Desde 2010, las proteínas han encontrado su lugar en el mercado, con marcas como Powerful Yogurt y Danone liderando esta tendencia al asociar las proteínas con el desarrollo muscular, especialmente entre el público masculino. Revenga recuerda que estos productos, presentados con un diseño que enfatiza la virilidad, han abierto la puerta a una avalancha de alimentos que priorizan el contenido proteico sobre la calidad global.
La obsesión actual por este nutriente es tan intensa que su nombre a menudo eclipsa el tipo de producto que se consume. En las estanterías de los supermercados, es común encontrar etiquetas que resaltan el contenido en proteínas antes que el propio nombre del alimento, creando una confusión que aleja a los consumidores de la verdadera esencia de la cocina.
El turbonutricionismo no solo ha influido en las decisiones de compra, sino que también ha afectado a la forma en que se presentan las recetas. La promoción de alimentos ricos en proteínas ha dejado de lado ingredientes tradicionales y sabrosos, como el bacalao, las lentejas o incluso el pollo, que no se ven reflejados en las tendencias actuales del mercado.
En conclusión, el fenómeno del turbonutricionismo refleja una transformación significativa en nuestra relación con la alimentación, donde la búsqueda de nutrientes ha tomado el control de la experiencia culinaria, relegando al disfrute gastronómico a un segundo plano. La necesidad de replantear nuestra conexión con los alimentos es más urgente que nunca, para volver a valorar no solo lo que comemos, sino cómo lo hacemos.
