El reciente encuentro entre Vladimir Putin y Donald Trump ha reavivado el debate sobre el futuro de la guerra en Ucrania, al tiempo que plantea interrogantes sobre la exclusión de actores clave en este proceso. Mientras el conflicto se encuentra en su tercer año, la ausencia del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, y de representantes de la Unión Europea en esta reunión es particularmente notable, dado que la guerra se libra en el corazón de Europa.
Una paz negociada sin los protagonistas
La decisión de llevar a cabo conversaciones de alto el fuego entre dos de las figuras más influyentes del mundo, sin la participación de quienes están directamente afectados, suscita preocupaciones sobre el futuro de la región. Europa, que ha soportado el peso del conflicto en términos humanos, económicos y políticos, se ve relegada a un papel de espectadora, mientras que Ucrania, devastada y desgarrada por la guerra, se convierte en un mero objeto de negociación. Este patrón histórico de excluir a los europeos de decisiones cruciales se repite, lo que plantea el riesgo de que se negocie una paz que valide la anexión rusa de territorios ucranianos.
La posibilidad de un acuerdo dictado desde Washington y Moscú sin la voz de quienes han sufrido en el frente es alarmante. Tal escenario no solo sería una claudicación del derecho internacional, sino que también representaría una derrota de la idea europea de un espacio basado en normas compartidas y respeto a la soberanía. La paz, si se establece de esta manera, podría ser frágil e injusta, lo que genera un ambiente de desconfianza en el futuro de la región.
Expectativas de paz y los riesgos asociados
A pesar de la devastación, la mera mención de una “posible paz” genera expectación. Cualquier alto el fuego resulta preferible a la continua lluvia de misiles, pero la clave radica en entender cuál será el precio a pagar. Según los informes del encuentro en Alaska, las propuestas de Putin para una paz definitiva podrían resultar tentadoras para Trump, quien busca cerrar este capítulo y concentrarse en el creciente desafío chino en el ámbito global. Sin embargo, estas propuestas son inaceptables para Ucrania, que podría verse obligada a aceptar términos que no reflejan sus intereses ni su soberanía.
La diplomacia errática que ha prevalecido en este contexto no solo pone en jaque los intereses ucranianos, sino que también plantea serias dudas sobre lo que sucederá tras un eventual acuerdo. Europa, con poca capacidad de maniobra, parece estar en un camino de autodestrucción, arrastrada por la sumisión a un líder que ha menospreciado sus preocupaciones en múltiples ocasiones este año, ya sea a través de aranceles, gastos en defensa o la gestión de la guerra en Ucrania.
El futuro de la paz en Ucrania sigue siendo incierto, y el papel de Europa en este proceso es más crucial que nunca. Sin embargo, el riesgo de que se tomen decisiones sin su participación activa podría tener consecuencias devastadoras para la estabilidad del continente y la legitimidad de cualquier acuerdo que surja de estas negociaciones.