El 26 de julio de 1942, falleció en Buenos Aires el escritor Roberto Arlt, un autor cuya influencia perdura en la literatura argentina. A pesar de los mitos que lo rodean, la idea de que Arlt era un escritor inculto y torpe es completamente errónea. Su vida, marcada por la adversidad, le otorgó una perspectiva única que se tradujo en su prosa incisiva y provocadora.
Arlt nació en el seno de una familia de inmigrantes, enfrentándose a un entorno hostil desde su infancia. Expulsado de la escuela primaria por su maestro, quien lo calificó de “imbécil”, y sometido a la violencia de un padre abusivo, su camino hacia la escritura fue todo menos convencional. A diferencia de figuras como Jorge Luis Borges, que provenía de un entorno privilegiado, Arlt se convirtió en un autodidacta que, a pesar de sus carencias educativas, dejó una marca indeleble en la literatura.
Un estilo único y provocador
Muchos críticos sostienen que Arlt «escribía mal», pero esa afirmación no hace justicia a su talento. Su escritura, cruda y visceral, se asemejaba a un “cross a la mandíbula”, tal como él mismo lo describió. Con un enfoque beligerante, Arlt desafiaba a sus contemporáneos, abordando temas de violencia, revolución y la lucha de clases en un contexto histórico turbulento. Obras como Los siete locos (1929) y Los lanzallamas (1931) ofrecen una crítica mordaz a la sociedad capitalista de su tiempo, adentrándose en los abismos de una cotidianidad gris y opresiva.
En sus escritos, Arlt no solo retrata la desesperanza, sino que también plantea preguntas profundas sobre el sentido de la vida. En una de sus reflexiones, invita a imaginar una fila interminable de trabajadores, enfermos y niños, cuestionando la finalidad de su existencia. Este enfoque existencialista resuena con fuerza en un mundo donde la lucha por la dignidad y la identidad sigue vigente.
Influencia y legado perdurable
La relación de Arlt con otros escritores de su época, como Ricardo Güiraldes, también es fundamental para entender su trayectoria. Güiraldes, quien publicó Don Segundo Sombra en el mismo año que Arlt lanzó El juguete rabioso (1926), influyó en su proceso creativo, aportando una perspectiva diferente a la literatura gauchesca. La amistad entre ambos escritores subraya la diversidad del panorama literario argentino de la época.
En El juguete rabioso, Arlt presenta a Silvio Astier, un joven delincuente que, a pesar de su entorno, sueña con ser poeta. Este personaje encarna la lucha de aquellos que, a pesar de las adversidades, buscan la belleza y la expresión artística. La obra está impregnada de referencias a Baudelaire y otros autores que Arlt admiraba, reflejando su voraz apetito por la literatura.
La crítica social que Arlt despliega en sus novelas sigue siendo relevante hoy en día. Su capacidad para captar la esencia de un capitalismo en transformación y la tensión entre democracia y dictadura son temas que resuenan en la actualidad. En sus obras, se percibe una clara crítica al reformismo de los socialistas y una defensa de la revolución como única salida ante la opresión.
Por todo esto, la figura de Roberto Arlt continúa siendo un faro en la literatura argentina. Su legado no solo se limita a sus obras, sino que se extiende a la forma en que desafió las normas y se enfrentó a los poderes establecidos. Su voz sigue clamando por un mundo más justo, un reflejo de la lucha y la resistencia que caracterizan a su prosa.
Para concluir, es importante recordar uno de los fragmentos más conmovedores de El juguete rabioso, donde Arlt expresa su amor, piedad y gratitud por la vida y la literatura, revelando su profunda conexión con el arte y la existencia: «Amor, piedad, gratitud a la vida, a los libros y al mundo me galvanizan el nervio azul del alma». La obra de Arlt, con su capacidad para estremecer y provocar reflexión, sigue viva, invitando a nuevas generaciones a explorar sus páginas y encontrar su propio sentido en la vida.
