La preocupación por el descenso en el interés por la lectura entre los adolescentes es palpable en la comunidad educativa. Según Miguel Salas, profesor y experto en pedagogía, la clave para fomentar el gusto por la lectura radica en prácticas que deben iniciarse desde la infancia. Salas manifiesta que «el arma más efectiva es leerles cuentos desde que son bien pequeños», una estrategia que puede revertir la tendencia actual de los jóvenes hacia la falta de interés por los libros.
El desafío de recuperar el amor por la lectura en los adolescentes no es sencillo. A medida que crecen, muchos de ellos se ven atraídos por otras formas de entretenimiento que no estimulan su capacidad de comprensión lectora. Este fenómeno tiene consecuencias en su rendimiento académico y, a largo plazo, puede impactar en su formación como ciudadanos críticos y comprometidos.
La importancia de la lectura temprana
El desarrollo de la lectura en la primera infancia es fundamental para establecer una base sólida. Leer cuentos a los niños no solo les introduce en el mundo de la literatura, sino que también fortalece su imaginación y creatividad. Además, fomenta habilidades lingüísticas y de comunicación que son esenciales en el desarrollo cognitivo.
La lectura compartida entre padres e hijos, según Salas, crea un vínculo afectivo que puede motivar a los jóvenes a seguir explorando distintos géneros literarios. «Los cuentos son una puerta de entrada a otras realidades y enseñan valores importantes», explica. De esta manera, la lectura se convierte en un acto placentero y no en una obligación académica.
Estrategias para implicar a los adolescentes
Para aquellos jóvenes que ya han pasado la etapa de los cuentos, Salas propone varias estrategias. Alentarles a elegir sus libros, ofrecerles acceso a una variedad de géneros y promover grupos de lectura en el colegio son algunas de las acciones que pueden revitalizar su interés.
Asimismo, se sugiere integrar la tecnología en la lectura, utilizando aplicaciones y e-books que pueden captar la atención de los adolescentes, quienes están cada vez más inmersos en entornos digitales. Esto no significa abandonar los libros físicos, sino complementarlos con nuevas herramientas que les resulten atractivas.
El papel de los educadores y las familias es crucial en este proceso. Es necesario crear un entorno donde la lectura sea valorada y celebrada, y no vista como una tarea más. La colaboración entre padres, docentes y bibliotecas puede ser determinante para establecer un hábito lector en los jóvenes.
El reto es grande, pero con las estrategias adecuadas, es posible revertir la tendencia actual hacia la desafección por la lectura. La inversión en la educación literaria de los adolescentes no solo beneficia a los individuos, sino que también enriquece a la sociedad en su conjunto, formando ciudadanos más informados y críticos.
