El sistema educativo español enfrenta un reto significativo en la enseñanza del inglés. A pesar de que los alumnos comienzan a aprender el idioma a los 3 o 4 años, más de la mitad de los españoles de entre 10 y 19 años afirma no hablarlo con fluidez, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Este fenómeno contrasta marcadamente con la realidad en Suecia, donde los jóvenes dominan el inglés desde etapas tempranas. La pregunta es: ¿qué se está haciendo mal en España y qué lecciones se pueden aprender de los modelos educativos nórdicos?
La práctica oral como clave del aprendizaje
En las escuelas suecas, el inglés se utiliza en juegos, proyectos y conversaciones cotidianas desde los primeros años de educación. Esta inmersión permite que los estudiantes se sientan cómodos utilizando el idioma en contextos reales. En cambio, en España, las actividades orales suelen ser esporádicas y muy controladas, centradas en la preparación de exámenes. La falta de oportunidades para practicar el idioma en situaciones naturales limita la fluidez del alumnado.
La práctica frecuente es clave para que los estudiantes superen el miedo a cometer errores, un obstáculo importante en su proceso de aprendizaje. Por lo tanto, es esencial que las actividades de conversación se integren de manera más habitual en el aula.
Evaluación y formación docente: áreas a mejorar
Otro aspecto que marca la diferencia es la evaluación de la competencia oral. En Suecia, esta se realiza mediante rúbricas claras y criterios basados en el Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas (MCER), lo que proporciona a los estudiantes retroalimentación precisa sobre su progreso. En contraste, en España, la evaluación oral es frecuentemente informal y poco sistemática, lo que dificulta que los estudiantes comprendan en qué deben mejorar.
La inversión en educación también juega un papel crucial. En 2022, Eurostat reportó que Suecia destinó un 6,3 % de su PIB a la educación, frente al 4,4 % de España, que está por debajo de la media de la Unión Europea (4,7 %). Esta diferencia se refleja en la formación continua de los docentes, que en Suecia participan activamente en el aprendizaje colaborativo y en actividades de desarrollo profesional, lo que no ocurre en la misma medida en España.
Metodologías: de la memorización a la interacción
La investigación en adquisición de lenguas concluye que se aprende a hablar hablando. Los métodos comunicativos y el aprendizaje basado en tareas, que son comunes en el sistema sueco, fomentan la participación activa de los estudiantes en situaciones reales de comunicación. Sin embargo, en muchos centros españoles se mantiene un enfoque excesivo en la gramática y el vocabulario, limitando las oportunidades de los alumnos para interactuar de manera significativa.
El Aprendizaje Integrado de Contenidos y Lenguas Extranjeras (AICLE) ha sido introducido en algunas aulas, pero a menudo se aplica con un enfoque tradicional que no promueve la espontaneidad en la conversación. Para que este modelo sea efectivo, es esencial que se prioricen las prácticas orales activas y se promuevan tareas comunicativas reales.
Fomentar un cambio cultural y comunitario
Además de los cambios en el aula, es fundamental involucrar a las familias y la comunidad en el proceso de aprendizaje del inglés. En Suecia, el acceso a la lengua fuera del aula es habitual: los jóvenes consumen medios en versión original, lo que refuerza su habilidad en el idioma. En España, el doblaje y la escasa exposición al inglés en la sociedad limitan las oportunidades de aprendizaje natural.
Las familias españolas pueden contribuir apoyando actividades en inglés, como leer cuentos bilingües o ver series subtituladas. Asimismo, los medios de comunicación podrían ofrecer más contenido en versión original para aumentar la exposición al idioma.
En resumen, mejorar la enseñanza del inglés en España no es solo cuestión de reformar los currículos, sino de fomentar un cambio cultural que haga del inglés un idioma de uso cotidiano y no solo de estudio. Para ello, es necesario alinear los objetivos educativos con la práctica diaria, invertir en la formación docente y crear un entorno que favorezca el uso del idioma en todos los ámbitos de la vida.
Como afirma Aneider Iza Erviti, investigador del Ministerio de Ciencia e Innovación, «hablar inglés con soltura no es una meta imposible, pero exige cambios estructurales y culturales».
