Con la llegada de las vacaciones escolares, muchas familias y docentes se preguntan qué ocurre con los aprendizajes en este periodo. A menudo, surge la inquietud sobre si se pierde el tiempo o si se estanca el desarrollo. Sin embargo, es fundamental entender que el aprendizaje no se detiene cuando termina el año escolar; simplemente cambia su forma. Durante las vacaciones, lejos de las estructuras formales, los niños continúan aprendiendo de manera informal y emocionalmente significativa.
El valor del tiempo desestructurado
En nuestra sociedad, marcada por una obsesión con la productividad, solemos ver el tiempo libre como un vacío que debe ser llenado. No obstante, la neurociencia y la psicología del desarrollo han demostrado que el descanso, el juego libre y la socialización son esenciales para el desarrollo cognitivo y emocional de los niños y adolescentes. Las vacaciones ofrecen un espacio sin objetivos definidos, donde los niños pueden explorar el mundo a su manera, seguir su curiosidad y aprender a resolver problemas cotidianos.
Durante este tiempo, los niños desarrollan competencias esenciales que son igualmente valiosas para su futuro. A continuación, se detallan algunas de las habilidades que se cultivan en este periodo de descanso:
- Negociar y convivir: En las vacaciones, los niños aprenden a negociar y establecer reglas al compartir tiempo con hermanos, primos y amigos, lo que les enseña a resolver conflictos y colaborar.
- Organizar el tiempo: Sin horarios estrictos, los jóvenes aprenden a gestionar su tiempo, lo que fomenta su autonomía y capacidad de planificación.
- Explorar intereses: Este es un momento ideal para que los niños se reconecten con sus pasiones, ya sea dibujando, jugando o realizando actividades al aire libre, lo que alimenta su curiosidad.
- Desarrollar la creatividad: El tiempo libre permite la creación de mundos imaginarios y juegos espontáneos, lo que favorece la expresión creativa.
- Manejar el aburrimiento: El aburrimiento enseña a los niños a tolerar la ausencia de estímulos inmediatos y activar sus recursos internos, lo que puede llevar a descubrimientos valiosos.
- Conectar emocionalmente: Las vacaciones brindan la oportunidad de reflexionar sobre sus emociones y experiencias, fortaleciendo su conexión emocional con los demás.
- Vincularse con otros adultos: Fuera del entorno escolar, los niños pueden interactuar con tíos, abuelos y otros adultos, lo que amplía su red de afectos y les ofrece nuevas perspectivas.
El papel del juego en el aprendizaje
El juego libre es una de las actividades más formativas de la infancia y juventud. No todo debe tener un propósito académico para ser valioso; jugar es, en sí mismo, una forma profunda de aprendizaje. A través del juego, los niños ensayan roles, gestionan la frustración y valoran la creatividad. La desestructuración del tiempo en vacaciones permite que estos aprendizajes sean más personalizados y duraderos.
Para las familias, no se trata de convertir las vacaciones en otra escuela paralela, sino de encontrar un equilibrio entre estructura y libertad. Se pueden fomentar momentos de juego libre, proponer tareas sencillas en casa y dejar tiempo para el aburrimiento, lo que permite a los niños desarrollar habilidades fundamentales sin la presión del rendimiento académico.
Las vacaciones no deben ser vistas como un periodo improductivo, sino como un escenario diferente donde emergen nuevas formas de conocimiento esenciales para la vida. Reducirlas a un simple tiempo de inactividad es ignorar todo lo que sucede en la mente y el ámbito emocional de los niños y adolescentes. Como afirma el pedagogo Francesco Tonucci, “los niños no necesitan más deberes, necesitan más vacaciones, más tiempo libre, más juego y más calle”.
Joan Tahull Fort, autor de este análisis, no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
